Trabajar para mandar – Parte 1

IWWstarbucksEscrito por FW Sarah
Traducido por Milena

Parte 1: la chispa que encendió el fuego

Los fines de semana son una auténtica locura para un barista de Starbucks. Son los días en que la gente tiene tiempo para descargar las frustraciones de su semana de trabajo en algún trabajador desprevenido. Los clientes entran con niños gritando, autobuses enteros de turistas se ven con dificultades para entender por qué una bebida pequeña se llama “alta”, y las tiendas en sí no tienen suficientes trabajadores como para satisfacer la demanda. Por eso tiene sentido que fuese domingo cuando un acontecimiento desencadenó que los baristas de Starbucks empezasen un inteligente juego de poder para mejorar sus condiciones de trabajo.

Anna, también conocido como “Mamá Oso” por su fiera actitud protectora, es nativa de Florida. Me contó su historia una vez que caminábamos por el vecindario donde trabajamos: el abuso que soportó en su casa, la violación que resultó en el nacimiento de su hijo, el acoso a manos de las otras niñas en el colegio y la muerte de su mejor amiga. Anna ha sido una barista de Starbucks durante los últimos tres años. Le gusta su trabajo porque sus compañeros son simpáticos y le muestran respeto. Conoce a casi todos los clientes que vienen a nuestra tienda, que tiene un alto volumen de ventas, y algunas veces incluso les decora el vaso con dibujos hechos a mano. La capacidad de trabajo de Anna se ve frecuentemente afectada por problemas de salud crónicos. He trabajado en turnos en los que se va de la sala para toser sangre. La intensidad del trabajo que hacemos cuando no hay suficiente personal, amplificada por factores ambientales debidos a la pobreza y el vivir en los barrios bajos, hace que enferme y que agarre cualquier resfriado o virus con el que tenga contacto.

Aquel domingo en particular, Anna necesitaba irse antes debido a enfermedad. Ya había trabajado varios turnos enferma aquella semana, pero aquel día ya no podía más. Ella sabía que no se le pagarían las horas de baja y que se arriesgaba a perder su subsidio de atención sanitaria si trabajaba menos horas de las requeridas para mantenerlo. Anna caminó hasta la habitación trasera, donde el manager de nuestra tienda se sentaba, para hacer aquella necesaria petición.

3552680183_fa799684b7El manager de nuestra tienda, Dan, había sido trasladado allí hacía cuatro meses. Todos le dimos una oportunidad de organizarse. Como he mencionado antes, nuestra tienda tiene unas ventas muy elevadas. Servir a cien clientes en media hora y hacer una caja de 10.000 dólares antes de las 10am es normal para nosotros. El trabajo enseguida era demasiado para Dan, tenía dificultades para hacer una sola bebida y si estaba en la sala más de 30 minutos quedaba cubierto de sudor. Era disperso, ladraba órdenes que causaban confusión y se negaba a escuchar los consejos de los baristas que habían trabajado en la tienda durante más de cinco años. Los resultados eran confusión, moral baja y comentarios humillantes de los clientes frustrados. Dan hacía favoritismos y, si le cuestionabas sus decisiones, se te daban menos horas o eras transferido a otra tienda. Anna sabía que ponía en peligro algo más que su paga del día cuando se fue a la parte de atrás para pedir irse a casa por enfermedad. Pero no se esperaba lo que pasó. Anna se aproximó tímidamente a Dan mientras él estaba sentado en su escritorio, fingiendo revisar los formularios de pedidos que de todos modos seguirían siendo incorrectos. Ni siquiera se volvió para saludarla mientras ella explicaba que casi se había desmayado y, finalmente, hacía su petición. Las palabras “necesito irme a casa” provocaron a Dan. Para ser un hombre que nunca se mueve rápido, Dan se giró a la velocidad de la luz y, en su frustración, lanzó un clasificador de tres anillos lleno de papeles contra Anna mientras ladraba: “¿Realmente estás tan enferma?”. Anna se quedó sin palabras y, anonadada ante esta inmadura agresión, se alejó. Cuando se retiró a la barra, donde el resto de nosotros seguíamos trabajando, acordamos entre todos que ella debía simplemente fichar la salida e irse a casa. Dan se había pasado de la raya.

Apéndice 1: Jerga de Starbucks

Barista: trabajador que hace bebidas, limpia los baños y la tienda, hace de cajero y abastece la tienda.

Ayudante: trabajador que limpia y repone artículos. Starbucks ha eliminado casi completamente este puesto de trabajo de la empresa, obligando a los baristas a hacer turnos para limpiar y reponer mientras están sirviendo a los clientes.

Supervisor de turno; supervisor: llamado también “el barista que cuenta dinero”. Son jefes de sala y dicen a los baristas cuándo pueden tomarse un descanso y cuándo deben estar trabajando. También piden suministros, cuentan el dinero de las cajas y atienden a las situaciones dificultosas o los clientes alborotados cuando es necesario.

Ayudante de manager: hace muchas de las tareas asignadas al manager y actúa como su ayudante operando la tienda. También trabajan de barista durante sus turnos.

Store manager; manager: está al cargo de hacer los horarios, hacer pedidos y implementar nuevas promociones. También deberían estar en la sala ayudando a los baristas cuando estamos muy ocupados.

Suelo; barra: la zona donde los baristas hacemos la bebidas y servimos a los clientes.

Parte de atrás: habitación donde se guardan los productos y donde tomamos nuestros descansos.

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– Publicado en “The Industrial Worker” 2013

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