Graeme M.
Se trata del trabajo. O sea, del trabajo malísimo y precario, siempre ganando por debajo del mínimo después de pagar las cuotas del sindicato (era miembro de CUPE, el Sindicato Canadiense de Empleados Públicos, y de UFCW, el Sindicato de Trabajadores de Alimentación y Comercio). Por ejemplo, CUPE funciona como cualquier empresa, aunque con un discurso diferente. Siempre hablan de justicia social y de las dificultades de la vida de la clase trabajadora, pero no dudan en descontar sus cuotas de los sueldos de personas que ganan justo el mínimo, dejándolos aún más pobres y sin ninguna representación laboral. Es una organización increíblemente hipócrita. De igual manera que las grandes empresas, solo protege los intereses de sus burócratas profesionales y deja a sus afiliados de base en condiciones muy precarias.
En este contexto, con todo el estrés, la preocupación por el dinero y trabajando hasta las 23:00 para volver a las 6:00 del día siguiente, viene la depresión. Empieza lentamente, durmiendo mucho o muy poco, con el aislamiento, sin hablar con nadie… y al final acabo faltando al trabajo. Después de una semana sin salir de casa vuelvo al trabajo, limpiando un centro comunitario del Ayuntamiento de Toronto. Al entrar en el edificio el jefe me pilla de inmediato y me saluda:
–«Hola Graeme, ¿qué tal? No te vemos hace mucho», dijo mi jefe.
–«Disculpe. Estaba enfermo y no he salido de casa en toda la semana», contesté.
–«Sabes que necesitas una baja médica, ¿verdad?»–«Sí lo sé. Lo que pasa es que todavía no he ido al médico. ¿Se la puedo dar mañana?»
–«Sí, sí. Está bien. Pero como no sabíamos si ibas a venir hoy, te remplazamos por alguien. Así que no hace falta que te quedes. Puedes volver mañana con la baja médica».