El Frente Auténtico del Trabajo

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El FAT (Frente Auténtico del Trabajo) es un sindicato mexicano con más de 50 años de historia a sus espaldas. Desde 1960, el FAT tiene en su haber numerosas victorias para los trabajadores fabriles. Contribuyó a la creación de varias cooperativas y logró que se celebrara la primera elección sindical con voto secreto en la historia de México. No solo lucharon por la igualdad de sexo en el trabajo, muchas mujeres ocupan puestos de responsabilidad en el sindicato.

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Miembros del FAT en una manifestación.

Oí por primera vez del FAT en la marcha del 1 de Mayo en Pittsburgh, gracias a unos compañeros del United Electrical Workers (UE) con los que fui. Hablé con el director de relaciones internacionales sobre mi último viaje a México y me animó a apoyar al FAT en todo lo posible. Amigos, familiares y otros contactos que tenía en México hicieron lo mismo. El UE ha colaborado con el FAT en los últimos 30 años, desde la firma del Tratado de Libre Comercio con México hasta hoy. Esta colaboración ha tenido consecuencias muy positivas a ambos lados de la frontera. En mi siguiente viaje a México fui a la sede del FAT en la Ciudad de México. Como gesto de apoyo, les entregué una declaración de solidaridad de mi delegación local del IWW, una copia traducida del preámbulo a la Constitución del IWW, carteles de huelga general y unas camisetas. Me enseñaron las instalaciones y vi colgados en las paredes varias cartas enmarcadas, fotos y carteles de otros sindicatos de todo el mundo.

Me llamó la atención el mural que tenían en la entrada. En el centro, Emiliano Zapata, el líder de los insurgentes del sur durante la revolución mexicana de 1910. A su lado estaban Albert y Lucy Parsons. Justo debajo de Zapata estaban cuatro de los activistas que desaparecieron o fueron asesinados, rompiendo la alambrada de un campo. Uno de ellos tiene en la mano El capital con una foto de Marx. En todo el mural se repiten imágenes de “ángeles” o espíritus de los trabajadores caídos que sostienen carteles con las palabras “Sindicalismo sin fronteras”. Algunos de ellos están apuntando a los capitalistas y políticos caricaturizados como cerdos y esqueletos encogidos de miedo con bolsas de dinero en las manos.

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Un trozo de papel sin valor

Invisible Man, traducido por Rachel Stafford

No hay nada que hacer este sábado en Lacombe. Queremos ver una película. Es el otoño de 1999 y el cine más cercano queda a media hora, en Red Deer, en la provincia canadiense de Alberta.

Como siempre, vamos en un coche prestado. Terry conduce. Él es blanco. Llegamos al estacionamiento y leemos la cartelera iluminada en el lado norte del edificio. Como siempre pasa, no hay nada que valga la pena.Imagen

«Vamos al cine barato. Así por lo menos no tiramos el dinero en una película de mierda».
 «¿Quieren caminar?»
«Sí, caminemos».

El otro cine no queda lejos. Pasamos charlando y bromeando por el estacionamiento para cortar camino. Una pareja de personas mayores pasa a nuestro lado. Son blancos. Nos miran fijamente. Puede que nunca hayan visto a tantos negros juntos. Alguien de nosotros dice bromeando que seguramente habrán llamado a la Policía.

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Imágenes de la militancia, el trabajo y la depresión

Graeme M.

Se trata del trabajo. O sea, del trabajo malísimo y precario, siempre ganando por debajo del mínimo después de pagar las cuotas del sindicato (era miembro de CUPE, el Sindicato Canadiense de Empleados Públicos, y de UFCW, el Sindicato de Trabajadores de Alimentación y Comercio). Por ejemplo, CUPE funciona como cualquier empresa, aunque con un discurso diferente. Siempre hablan de justicia social y de las dificultades de la vida de la clase trabajadora, pero no dudan en descontar sus cuotas de los sueldos de personas que ganan justo el mínimo, dejándolos aún más pobres y sin ninguna representación laboral. Es una organización increíblemente hipócrita. De igual manera que las grandes empresas, solo protege los intereses de sus burócratas profesionales y deja a sus afiliados de base en condiciones muy precarias.

En este contexto, con todo el estrés, la preocupación por el dinero y trabajando hasta las 23:00 para volver a las 6:00 del día siguiente, viene la depresión. Empieza lentamente, durmiendo mucho o muy poco, con el aislamiento, sin hablar con nadie… y al final acabo faltando al trabajo. Después de una semana sin salir de casa vuelvo al trabajo, limpiando un centro comunitario del Ayuntamiento de Toronto. Al entrar en el edificio el jefe me pilla de inmediato y me saluda:

«Hola Graeme, ¿qué tal? No te vemos hace mucho», dijo mi jefe.
«Disculpe. Estaba enfermo y no he salido de casa en toda la semana», contesté.
«Sabes que necesitas una baja médica, ¿verdad?»«Sí lo sé. Lo que pasa es que todavía no he ido al médico. ¿Se la puedo dar mañana?»
«Sí, sí. Está bien. Pero como no sabíamos si ibas a venir hoy, te remplazamos por alguien. Así que no hace falta que te quedes. Puedes volver mañana con la baja médica».

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