Folleto publicado por: La Sociedad de Resistencia Oficios Varios Capital, adherida a La Federación Obrera Regional Argentina (F.O.R.A.)
La huelga es la interrupción colectiva de la actividad productora por parte de los trabajadores y es la herramienta que tenemos para ejercerle presión a los patrones con el fin de exigir nuestras demandas y de conquistar nuestras reivindicaciones. Sin embargo, los medios de comunicación masivos influencian a la gran mayoría de la población para que se identifiquen con los intereses patronales y no con los intereses económicos de los trabajadores, logrando así que la huelga sea reprobada y deslegitimizada públicamente.
Y por si esto no fuera poco, el modelo sindical que tenemos en Argentina no colabora bajo ningún concepto para que los trabajadores participemos y seamos protagonistas de las huelgas que se realizan, sino que siguen alimentando el discurso burgués de los políticos y empresarios para que la sociedad rechace estos métodos de acción.
El significado de la huelga en la sociedad actual
Para conseguir que la huelga sea mal vista y se distorsione su concepto, los medios de comunicación utilizan distintas estrategias. Por un lado, ya no la llaman “huelga”, sino ”paro” dándole una connotación menos confrontadora y enfocada simplemente en “no concurrir al trabajo”, evitando cualquier intento de que la medida de fuerza sea un punto de encuentro, debate y decisión de los trabajadores que ejercen dicha acción. Por otro lado, construyen una legitimación social del trabajador que boicotea la huelga (que desde siempre hemos llamado “carnero”), que quiere ejercer su derecho a trabajar a costa de la lucha colectiva, y que obviamente disfrutará de las conquistas obtenidas sin haber arriesgado nada.
Exponiendo las dificultades que tuvo para cumplir con su horario laboral, los medios masivos lo muestran como el ciudadano ejemplar que todos debemos ser. De esta manera se fomenta la traición, el individualismo y el beneficio propio, eternos ideales de las clases poderosas, y contrarios a los ideales de solidaridad y emancipación social que nosotros buscamos construir entre los explotados. Y por último construyen la imagen del trabajador que realiza una huelga como alguien que no tiene ganas de trabajar sin ningún tipo de fundamento, cuando en realidad, razones nos sobran para detener cualquier actividad del sistema productivo y mercantil. Toda esta maquinaria de los medios de comunicación influyen directamente en el trabajador para que no solo no luche por sus intereses e incluso se posicione en contra de ello, sino también para que no tenga noción del potencial que puede llegar a conseguir si se organiza con sus compañeros de trabajo. La propaganda masiva en contra de los huelguistas y de toda medida de acción directa de los trabajadores, favorece también a que éstos dejen su voluntad y decisión en dirigentes sindicales que ostentan la representación gremial, negociando en nombre de todos y apropiándose de las herramientas de los trabajadores, dándole una legitimidad social al modelo sindical imperante.
Los trabajadores padecemos un modelo sindical autoritario y vertical donde la decisión de convocar a huelga es propiedad de las distintas dirigencias sindicales. Esta decisión la llevan a cabo cuando lo creen conveniente de acuerdo a sus intereses y cuyos reclamos siempre son insuficientes para encauzar nuestras verdaderas necesidades. Los sindicatos a veces pueden consultar o pueden aceptar cierta participación limitada de los trabajadores, sobretodo cuando hay mucha presión desde los lugares de trabajo, pero nunca es decisiva, ya que por la estructura vertical y el principio de representación, la dirigencia tiene la última palabra. A los trabajadores nos organizaron de tal manera que los sindicatos funcionan sin nuestra participación, debemos acatar cualquier medida o decisión que tomen los que nos representan por ley. Esta representación está hecha a imagen y semejanza del sistema político demócrata, siendo el sindicato con más afiliados el que representa a todos los trabajadores, estén afiliados o no a ese sindicato mayoritario; y la organización interna del sindicato, en la gran mayoría de los casos, escapa a la decisión de los trabajadores, incluso de los que están afiliados.
Como consecuencia de esto, en lugar de entenderse por el concepto que describimos al principio, la huelga pasa a ser una facultad especial otorgada por el Estado a un sindicato en particular. Esta forma de organización vertical naturaliza que sean los dirigentes sindicales los que tienen la decisión exclusiva de convocar a huelga y de negociar todo lo referido a aumentos de sueldo y condiciones laborales, logrando que esta herramienta deje de ser utilizada por los trabajadores y pase a ser potestad de los sindicalistas profesionales. Sin ir más lejos, naturalizada esta situación, la huelga es utilizada como amenaza y como medida de presión de los sindicalistas para obtener beneficios políticos, ya sean personales o para alguna oposición partidaria, ya que no necesitan tener aprobación de los trabajadores que representan. A raíz de todo esto, ambas partes dirigenciales obtienen un beneficio mutuo, ya que no sirve solo para que los sindicalistas reafirmen su poder, sino también para que los empresarios puedan mantener la estructura actual de explotación. Prefieren conformarnos con aumentos de sueldo migaja o con algún cambio en el convenio colectivo, antes que arriesgarse a que los trabajadores descreamos de los dirigentes sindicales y nos agrupemos por voluntad propia construyendo Organizaciones horizontales que no puedan controlar.
En todo esto el Estado cumple con dos funciones muy especificas. Por un lado es un aparato de conciliación de clases para reproducir el sistema de desigualdad imperante, y por otro lado hace las veces de patrón de una empresa. En tanto conciliador o árbitro se arroga la potestad de ser mediador y juez de las negociaciones laborales aparentando ser neutral cuando en realidad sólo beneficia a los poderes establecidos. Es el creador, defensor, garante, productor y reproductor de este modelo sindical para asegurarse el control sobre los trabajadores, impidiendo la negociación directa de éstos con los patrones, y consiguiendo que las relaciones de capital/trabajo no escapen de su órbita y de sus parámetros. En tanto patrón, el Estado es un aparato burocrático con empleados que funciona como una empresa normal, donde la variable de ajuste son los sueldos y las condiciones laborales. En este sentido el Estado contrata y despide personal precarizado y en negro, como cualquier empresa y hasta otorga la posibilidad legal de la representación sindical, lo que resulta curioso ya que nunca se autodesigna como patrón y a los trabajadores no se los llama públicamente empleados del Estado, sino administrativos públicos. Esto es importante remarcarlo dado que se lo muestra como un ente neutral que busca el beneficio común, cuando en realidad, por sus intereses económicos provenientes de su condición empresarial, es imposible que sea neutral, sino un enemigo más de los trabajadores.
Nuestra organización está adherida a la F.O.R.A., que en su primer congreso en 1901 declaró: “La Federación Obrera Argentina reconociendo que la huelga general debe ser la base suprema de la lucha económica entre el Capital y el Trabajo, afirma la necesidad de propagar entre los trabajadores la idea que la abstención general de trabajo es el desafío a la burguesía imperante, cuando se demuestre la oportunidad de promoverla con posibilidades de éxito”. Esta afirmación, que con respecto a la noción actual es bastante original, está relacionada con el génesis del concepto de huelga, dándole un significado más activo y dirigido a la conciencia y al accionar de los trabajadores. Está estrechamente relacionada con una voluntad de acción llevada adelante por los mismos trabajadores sin esperar decisiones de dirigentes o Partidos Políticos. En nuestro sistema federalista, la decisión de ir a las huelgas o no, es potestad de las asambleas de trabajadores, que es el espacio de decisión colectiva donde todos se solidarizan entre sí, participan, debaten y aprenden a hacerse cargo de resolver su situación de forma conjunta. En los lugares de trabajo donde la asamblea decide, los delegados cumplen la función inversa que en el sistema centralista y vertical que describimos anteriormente, ya que estos deben ser voceros de lo que se decide en las asambleas para que los trabajadores no pierdan la capacidad de decisión sobre el conflicto en cuestión. La huelga, como medida de acción directa, debe ser el fruto de una organización previa, asamblearia y federativa de los trabajadores, siendo necesario mantenerla viva para contrarrestar cualquier avance de las patronales en los períodos de baja conflictividad y evitar futuras represalias.
Ahora bien, en la actualidad, en un sistema regido por un modelo sindical que no tiene relación con nuestro sistema federativo, y donde la libertad de asociación gremial es cercenada por el Estado, se nos presenta un problema en particular cuando alguno de los sindicatos existentes convoca a una huelga general a partir de los intereses antes mencionados. ¿Sirve realmente incluir un reclamo propio en este tipo de huelgas, en un lugar acotado dentro de todas las reivindicaciones que circulan, y que seguramente sea la de los sindicatos más poderosos la que más se escuche? Eso es relativo y dependerá del peso especifico de la Organización en la sociedad y la fuerza que tengan los trabajadores para hacerse oír en su lugar de trabajo. Lo que sí tenemos claro es que las huelgas, ademas de detener el proceso productivo o mercantil, abre espacios de debate, participación y decisión entre los trabajadores. Es tarea nuestra como activistas aprovechar cualquier instancia posible para hacer difusión de nuestras ideas, generar debate, decisión y conciencia solidaria entre nuestros hermanos de explotación. Es necesario aprovechar el momento para denunciar el papel de la dirigencia sindical, que convoca a huelga cuando les conviene, y denunciar la verdadera situación de los trabajadores, que muchas veces pasa desapercibida por el enfrentamiento entre los sectores de la burguesía. En concordancia con esto, manifestamos nuestra solidaridad con los trabajadores que en asambleas hayan decidido adherir a la huelga en cuestión, pero haciendo notar también que hay un problema de fondo que subyace, y es que la iniciativa de la huelga fue de la dirigencia sindical, y no de los trabajadores. La discusión no debería pasar por la disyuntiva entre acoplarse o no a una huelga, que igualmente se va a realizar por los medios verticales que se utilizaron para organizarla, sino en contrarrestar los motivos por los cuales no se realizan huelgas generales por fuera de estas estructuras sindicales; y buscando siempre que la huelga sea el resultado de una construcción colectiva, surgida de las necesidades de los trabajadores, y no de la conveniencia de los patrones del Sindicato.
Solo así, por medio de la solidaridad y la acción directa, podremos lograr que la política deje de robarnos la huelga y que la emancipación de los trabajadores sea obra de los trabajadores mismos.