La quinta sección del libro “Los orígenes del modelo sindical argentino”, en la cual el autor examina las bases de la futura estructura corporativa y el comienzo de un movimiento sindical conciliatorio.
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Por: Leonardo Elgorriaga
Libro publicado por: La Sociedad de Resistencia de Oficios Varios Capital, Federación Obrera Regional Argentina (F.O.R.A. – A.I.T.)
Un largo proceso hasta el sindicalismo integrado:
Al poco tiempo de constituido el Departamento Nacional del Trabajo, el mismo invita en 1907 a la UIA y a las dos centrales obreras a constituir una comisión de arbitraje integrada por representantes obreros y patronales. La UIA contesta favorablemente a la propuesta. La FORA ni siquiera contesta la invitación; y la UGT contesta rechazando la misma y pide que “…en lo sucesivo no la molesten con proposiciones semejantes porque están convencidos de que todo lo que se refiera al bienestar y mejoramiento de nuestra clase depende única y exclusivamente del esfuerzo que pueda desarrollar la acción obrera por medio de la lucha”. Este hecho permite apreciar el rechazo absoluto que en ese momento tenían las tendencias anarquistas y sindicalistas a todo intento integracionista por parte del Estado.
Sin embargo, luego de la represión ocurrida durante el centenario, la corriente sindicalista comienza a sufrir modificaciones en su postura, perdiendo la huelga general y las medidas insurreccionales la centralidad que tenían anteriormente. A partir de ese momento los sindicalistas comenzarán a preocuparse más por el fortalecimiento de las organizaciones gremiales y comenzarán a tener una posición más favorable hacia la intervención del Estado. Este proceso adquirió una mayor dimensión luego del IXº Congreso de la FORA (1915), cuando los sindicalistas pasan a dominar el movimiento sindical, y al mismo tiempo, el Estado comienza a cambiar su actitud confrontativa hacia el movimiento obrero a partir del ingreso del yrigoyenismo en el poder. Los sindicalistas comenzarán a dejar a un lado sus aspiraciones revolucionarias y comenzarán a utilizar la amenaza de huelga como arma de presión para obtener mejoras inmediatas a través de la negociación1.
Uno de los cambios en este proceso fue la transformación operada dentro de la propia estructura de las asociaciones sindicales, asumiendo un carácter más corporativo y de mayor centralización. En este punto tiene importancia el crecimiento operado por las grandes federaciones nacionales de actividad. Ya en el IXº Congreso de la FORA en donde los sindicalistas pasaron a dominar dicha central, se resolvió realizar una intensa propaganda a los efectos de posibilitar la constitución de federaciones de oficio y de industria por considerarlos “…un medio eficaz para extender e intensificar la acción que los sindicatos realizan cotidianamente contra el capitalismo y el Estado”2. Asimismo, el secretario general de la FORA del IX Congreso, Sebastián Marotta, publica luego un artículo en el cual expresa la necesidad de reorganizar la entidad aumentando el número de federaciones nacionales de industria. Señala que las federaciones locales de que hablan los estatutos no satisfacen las necesidades de la organización, debiéndose crear un nuevo mecanismo formado por delegados directos de las federaciones de industria y uniones departamentales, agregando que estos delegados mantendrían la unidad real y eficaz de la clase trabajadora y estimularían al Consejo Federal en su labor3. Corresponde recordar que para Pellico era la federación local la que brindaba a la organización sindical un carácter revolucionario al eliminar las diferencias corporativas existentes entre los trabajadores, y era por el contrario la federación de oficio la que posibilitaba sólo mejoras inmediatas para el grupo profesional que representaba. Por otro lado, se puede apreciar la tendencia cada vez mayor a confundir unidad con concentración, haciendo perder con ello autonomía a las organizaciones de base, y por ende, abandonar la forma federativa de organización por la designación de delegados directos de las federaciones nacionales.
El cambio operado dentro de la corriente sindicalista argentina es categórico si tenemos presente la opinión del fundador del sindicalismo revolucionario, Georges Sorel, respecto de las consecuencias que acarrean las grandes concentraciones gremiales: “Cuando los sindicatos se vuelven muy grandes, les ocurre lo mismo que a los Estados: las calamidades de la guerra, entonces resultan enormes. Los defensores de la paz social han formulado muchas veces el deseo de que las organizaciones obreras alcancen el poder suficiente para que estén condenados a la prudencia. Del mismo modo que entre los Estados se producen en ocasiones guerras de tarifas superadas por lo general mediante la firma de tratados comerciales, los convenios entre las grandes federaciones patronales y obreras podrían poner fin a los conflictos que renacen sin cesar. Dichos convenios, de modo similar a los tratados comerciales, establecían la prosperidad común de ambos grupos sacrificando ciertos intereses locales. A la vez que se vuelven prudentes, las federaciones obreras muy grandes alcanzan a considerar las ventajas brindadas por la prosperidad de los patronos y a tomar en cuenta los intereses nacionales. El proletariado se halla arrastrado así a una esfera que le es ajena: se convierte en el colaborador del capitalismo. La paz social parece entonces muy próxima a transformarse en el régimen normal. El sindicalismo revolucionario conoce tan bien esta situación como los pacificadores, y recela de las fuertes centralizaciones”4.
Por otro lado, Joaquín Coca, viejo dirigente socialista que luego se uniría al movimiento nacional justicialista, señalaba en 1929 “…que a medida que la organización gremial se hace más grande y más compleja, es más difícil movilizarla para la huelga… la huelga es un modo de acción que se hace menos necesario para las organizaciones grandes y fuertes que para las débiles y pequeñas, pues la propia fuerza de los sindicatos de industria y de industrias evita en numerosos casos el que se vean obligados a recurrir al abandono del trabajo para obtener satisfacción a sus exigencias, porque los capitalistas, en conocimiento de la potencialidad de esos organismos y de las graves consecuencias de su acción, se sienten más inclinados a concederles lo que piden… El resultado de todo esto es que haya por parte de los obreros y también por parte de los patrones una tendencia a la negociación pacífica sin abandono del trabajo o cierre de fábricas, y a que no se recurra a la huelga o al cierre, paro o huelga patronal, más que en los casos extremos”5.
Mientras la FORA del IX Congreso alentaba a la formación de federaciones de industria, la FORA del V Congreso intentaba mantener la forma de organización prevista en su Pacto de Solidaridad pero realizando ciertas adaptaciones fruto de la evolución operada por las federaciones nacionales de industria. En el Congreso Extraordinario de la FORA del V Congreso realizado en 1920 se confirma la forma de organización adoptado en su Pacto de Solidaridad: “Se debe mantener la organización federalista, que comprende las federaciones locales y comarcales de diversos oficios, y éstas forman la federación provincial para complementarse en la regional”. Pero al mismo tiempo se resolvía en ese Congreso que “Se acordó que, dentro del sistema federalista aprobado, se haga una excepción con la F. O. Regional Portuaria, por las circunstancias especiales en que está colocada. Las secciones de la Portuaria dependerán directamente de su respectiva federación local o comarcal (y por ende de la provincial) en todos los asuntos de orden administrativo y de la regional en las cuestiones generales, pero manteniendo con la F.O.R. Portuaria relaciones directas en lo que se refiere a los asuntos del trabajo: pliego de condiciones, huelgas generales en los puertos, etc.”. En el IXº Congreso de la FORA del V Congreso realizado en 1923, se elimina la concesión a la Federación Portuaria: “Queda abolida la concesión acordada en el Congreso Extraordinario de la FORA respecto a la existencia de la F.O.R. Portuaria y anexos, pasando las secciones a integrar las locales, comárcales y provinciales, por entender que no caben dentro de la FORA, Federaciones Regionales de Oficio”. Pero el problema en ese Congreso se trasladó a los ferroviarios: “El Congreso considera que la organización ferroviaria está en los actuales momentos en gestación y que las normas de organización federal de oficio, que el delegado de los sindicatos ya constituidos defiende ante este Congreso, no constituye ningún problema de urgente solución. En consecuencia acuerda que perentoriamente los sindicatos ya constituidos y los a constituirse formen en las locales, comárcales y provinciales respectivas, debiendo, una vez completada la organización, discutir el asunto, Federación de Oficio con la FORA”. La dificultad con los ferroviarios se mantiene en el Xº Congreso realizado en 1928: “Sobre la base del considerando hecho, en el 9º Congreso, a propósito de la organización ferroviaria, el 10º Congreso acuerda: 1º Que los ferroviarios se organicen en la FORA dentro de su sistema federalista, o sea, integrando los Locales, Comárcales y Provinciales, entendiéndose con esos organismos para todo lo relacionado con cotizaciones, orientación, etcétera. 2º Se creará un Comité Regional Ferroviario, que no tendrá otra misión ni autoridad que la de relacionar simplemente a las secciones en lo que se refiere a las cuestiones propias del gremio. Tendrá a su cargo también la redacción del periódico”. Estas resoluciones permiten apreciar el intento de la FORA del V Congreso de mantener su organización federalista y anticorporativo ante el crecimiento operado por las federaciones nacionales de industria.
Al mismo tiempo en que la corriente sindicalista reelabora su estrategia y posterga sus reivindicaciones revolucionarias en pos de mejoras más inmediatas, la reforma electoral de 1912 permitía colocar en el poder a una nueva fuerza de impronta popular que competía con el PS por el voto obrero. Esto implicará que el Estado dejará de utilizar en forma exclusiva el recurso de la represión para poner coto a los reclamos obreros. El yrigoyenismo inaugura la política de acercamiento del gobierno a las dirigencias sindicales. Este acercamiento a las dirigencias sindicales se expresará en una serie de intervenciones conciliadoras efectuadas por el Estado en favor de los trabajadores. La primera de importancia se produjo en la huelga marítima de 1916 encabezada por la Federación Obrera Marítima (FOM), la cual aceptó el arbitraje propuesto por el Poder Ejecutivo y que resultó favorable a los trabajadores. La segunda de importancia se produjo en la gran huelga ferroviaria de 1917 encabezada por la Federación Ferrocarrilera, la cual resultó favorable a los trabajadores luego de que el Poder Ejecutivo aprobara un reglamento de trabajo que contenía sus reclamos. Los dos casos se trataban de federaciones nacionales de industria y se encontraban adheridos a la FORA del IX Congreso.
Un hecho significativo en el proceso de transformación del movimiento sindical es el incremento de la influencia del PS en los sindicatos, especialmente en los grandes sindicatos ferroviarios. Pese al predominio de los anarquistas y sindicalistas, el PS siempre se mantuvo expectante sobre el desarrollo del movimiento sindical. En el XIVº Congreso del PS realizado en Avellaneda en 1918, se emiten dos declaraciones totalmente contradictorias que permitirá a los socialistas tener un mayor margen de actuación dentro de los sindicatos. Una de las declaraciones recomienda la perfecta unidad entre organizaciones gremiales y PS, y la otra recomienda la independencia entre partido y sindicato para la mejor actuación dentro de sus respectivas esferas6. Los socialistas a partir de este momento dejarán de proclamar dentro de los sindicatos la subordinación formal de los mismos al partido, situación que se aproxima al neutralismo propio de los sindicalistas, pero paralelamente seguirán militando en el PS y adoptando dentro de los órganos sindicales los lineamientos trazados por el partido.
El cambio operado en ambas fracciones permitirá que socialistas y sindicalistas aumenten sus intenciones de unificación. Esto se plasmará en 1922 cuando la FORA del IX Congreso se fusione junto con otros sindicatos autónomos vinculados al socialismo y se cree así la Unión Sindical Argentina (USA). La FORA del V Congreso será la única que mantenga su nombre original. Pese al ingreso de los socialistas, los sindicalistas seguirán siendo mayoría dentro de la USA, extremo que se evidencia en su carta orgánica en la cual se expresan varios de los principios del sindicalismo revolucionario como la adopción de la tesis “todo el poder a los sindicatos”. Sin embargo, los socialistas dominan los sindicatos ferroviarios, primero La Fraternidad y luego la Federación Ferroviaria, esta última integrante de la USA. El poderío alcanzado por los sindicatos ferroviarios permitirá a los socialistas intentar formar una central obrera propia, la Confederación Obrera Argentina (COA), la que se constituye en 1926 luego de que los sindicatos socialistas se retiren de la USA. La COA adopta un programa claramente reformista y más pragmático, declarando no “excluir ningún medio eficaz de lucha”, y que la organización llama a los trabajadores “a organizar en el terreno sindical para conquistar, desde luego, mejores condiciones de trabajo y remuneración”. Los estatutos de la COA establecen que la misma esta constituida por federaciones de industria u oficio, no pudiendo adherirse dos federaciones de la misma industria u oficio, y adopta una estructura organizativa claramente verticalista al establecer que los conflictos de carácter general son dirigidos por su Consejo Nacional y su Comité Ejecutivo Confederal7. La COA adopta la ideología de la Federación Sindical Internacional de Ámsterdam por lo que acepta la implementación de la legislación del trabajo tal como fue resuelto en su Congreso constituyente “…apreciando toda la importancia práctica que tiene una legislación del trabajo cuando interpreta las aspiraciones inmediatas de la clase trabajadora, declara: que es necesario sancionar legislativamente las convenciones aprobadas en la Conferencia del Trabajo realizadas por la Oficina Internacional”.
En abril de 1929 la USA y la COA formalizan las bases para una fusión entre ambas centrales. En la misma se declara que la nueva central será independiente de todo partido político y agrupación ideológica, pero se reconoce la entera libertad de sus integrantes para desarrollar las actividades que mejor satisfagan sus aspiraciones de renovación social. Asimismo, se establece que las huelgas generales sólo podrán ser resueltas por los congresos y el voto general, correspondiendo al Comité Central fijar la fecha de comienzo y finalización; y las huelgas generales de carácter corporativo que afecten a otras organizaciones y obliguen su solidaridad, no se declararán sin previa consulta con el Comité Central. Sobre estas bases se constituye el 27 de septiembre de 1930 la Confederación General del Trabajo (CGT). Por motivo del golpe militar, recién en junio de 1934 puede reunirse el Comité Central de la CGT y se plantea la necesidad de iniciar una acción “por objetivos claros y concretos”, por lo cual se elabora un Programa Mínimo con reivindicaciones inmediatas tales como jornada de 48 horas semanales, vacaciones pagas, distribución del trabajo equitativamente, etc., entre los que se encuentra la “Constitución de comisiones mixtas en cada industria para la fijación periódica de salarios mínimos”.
La permanencia de sindicalistas y socialistas en la nueva central no duraría mucho. El 12 de diciembre de 1935 un grupo de dirigentes socialistas ocupa las oficinas de la CGT desconociendo sus autoridades. Las nuevas autoridades se instalan en el edificio de la Unión Ferroviaria de la calle Independencia y las autoridades depuestas lo hacen en el local del Sindicato de Obreros Telefónicos de la calle Catamarca. De esta manera la central queda dividida en CGT de la calle Independencia de tendencia socialista, y la CGT de la calle Catamarca de tendencia sindicalista. Estos últimos reconstruyen nuevamente en 1937 la USA, pero irán perdiendo paulatinamente fuerza. La CGT (Independencia) realiza su Congreso Constituyente en 1936, pero pese a la impronta socialista de la central, la misma mantiene su independencia del PS tal como se había resuelto el Congreso partidario de 1918. En 1943 se produce un nuevo fraccionamiento de esta central entre CGT Nº 1 (Domenech) que persistía en la independencia de la central respecto del PS, y la CGT Nº 2 (Pérez Leirós) que buscaba ampliar la participación de la central en los problemas políticos y una adhesión más firma al PS. El golpe de estado del 4 de junio de 1943 disolvió la CGT Nº 2, quedando como única central la CGT Nº 1.
Notas:
1) Bertolo Maricel; “Sindicalismo Revolucionario y el Estado (1904-1922)”, Cuadernos del CIESAL, Año 1, Nº 1, 2do. semestre 1993, p. 59
2) Abad de Santillán Diego; “La Fora”, Libros de Anarres, 2005, p. 243
3) Palacios Alfredo; “El nuevo derecho”, Ed. Claridad, 1960, p. 276
4) Ciria Alberto; op. cit., p. 41
5) Coca Joaquín; “Las formas de la lucha obrera”, en “Los socialistas y el movimiento obrero”, Ed. Fundación Juan B. Justo, 1982, p. 122
6) Zimmermann Eduardo A.; “Sindicatos y política en la argentina (1900-1943)”, Revista Libertas 2, mayo 1985, p. 16
7) Marotta Sebastián; “El movimiento sindical argentino”, Ed. Lacio, 1961, tomo III, p. 199