Los orígenes del modelo sindical argentino: Conclusión

La conclusión del libro “Los orígenes del modelo sindical argentino”.Origenes_del_modelo_Sindical_Tapa

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Por: Leonardo Elgorriaga

Libro publicado por: La Sociedad de Resistencia de Oficios Varios Capital, Federación Obrera Regional Argentina (F.O.R.A. – A.I.T.)

Conclusión:

El resumen histórico realizado hasta aquí permite apreciar que el actual modelo sindical es la resultante del proceso de acercamiento del Estado el movimiento sindical, influyendo en su constitución y desenvolvimiento histórico. El cambio operado por los Estados principalmente a partir del período de entre guerras y la adopción de modelos de pacto social o acuerdo de clases, ha llevado a los mismos a buscar el apoyo del movimiento obrero de sus respectivos países abandonando la actitud exclusivamente confrontativa que habían tenido hasta ese momento.

La adopción de un modelo de pacto social en el cual el Estado asume el carácter de árbitro o mediador en el conflicto entre capital y trabajo, exige no sólo precisar los términos de ese pacto, sino antes bien determinar los sujetos que obrarán como partes en el mismo. En este sentido, resulta determinante para la suerte de este modelo que los sujetos que deberían participar estén dispuestos a hacerlo, y sobre todo, tengan la aptitud de obligar al sector social que supuestamente representan.

En el caso de nuestro país como en muchos otros, la primera actitud de las organizaciones obreras fue el rechazo terminante a la política de acuerdo social o a cualquier forma de acercamiento al Estado, tomando como fundamento para tal rechazo el principio de acción directa hasta ese momento adoptado por gran parte del movimiento obrero. Por otro lado, un sector importante de la burguesía también rechazaba cualquier forma de concesión a los trabajadores, propiciando las políticas de Estado mínimo y de represión al movimiento obrero. Sin embargo, un largo proceso de castigos y de recompensas permitió al Estado, con el apoyo de los sectores más dinámicos de la burguesía, ir formando una dirigencia sindical más dispuesta a la negociación y a las políticas de Estado, y al mismo tiempo, permitió desgastar y aislar a aquellos sectores del movimiento obrero que no estaban interesados en esas metodologías. Las políticas de acuerdo social se verían luego corregidas en sus “excesos” y “fracasos” por los continuos golpes de estado que se produjeron en nuestro país.

El modelo implementado a partir del decreto 23.852/45 responde a esa política de pacto social o alianza de clases. El mismo esta destinado a conformar una dirigencia sindical única con aptitudes para obligar y representar al colectivo de trabajadores en la búsqueda de mejoras programadas y acordadas con el sector patronal correspondiente. Los límites para esta forma de acción colectiva son los del propio sistema, no pudiéndose exigir más de lo que el propio sistema puede dar. Por otro lado, el modelo permite con sus numerosos recursos excluir aquellos sectores del movimiento obrero que pretenden otra forma de actuación y objetivos diferentes.

Todo ello nos permite apreciar que el llamado modelo de unidad promocionada constituye una intromisión del poder estatal sobre la libre constitución y desenvolvimiento de las organizaciones sindicales, definiendo un conjunto de “atribuciones lícitas” para un modelo de consenso. De esta manera, al definir los fines y las atribuciones propias del sindicato, e imponer al mismo tiempo una representación obligatoria al conjunto de los trabajadores a los efectos de esos fines y atribuciones, el Estado logra “direccionar” al conjunto del movimiento obrero manteniéndolos dentro de los límites del propio sistema. En este sentido, la confusión entre unidad y concentración le ha permitido al modelo conformar una estructura piramidal de representación, y a partir de allí, definir los sujetos que obligarán al conjunto de los trabajadores de una misma actividad.

La instauración de estructuras monopólicas de representación ha condicionado no sólo la constitución general de las organizaciones sindicales sino que además ha definido sin quererlo las estrategias implementadas por los sectores opositores al propio sistema. En este sentido, la lucha “por adentro” alentada por gran parte de los sectores vinculados a la izquierda, aún en condiciones en las cuales la burocracia, con el beneplácito de las autoridades gubernamentales y sectores patronales, limitan hasta lo imposible las posibilidades de éxito, constituye una estrategia creada por las propias condiciones del modelo actualmente vigente. Si tenemos presente que el sindicato con personería gremial es la resultante de una estructura monopólica de representación definida por el propio Estado, correspondería preguntarse quién determina el “adentro” de esa forma de lucha y cuál es el resultado que se pretende obtener. En condiciones de baja tasa de afiliación como sucede en la actualidad, considerar a los sindicatos como organizaciones de masas resulta una afirmación muy ambiciosa, por lo tanto, pretender hasta el extremo conquistar los sindicatos “más representativos” para evitar así el aislamiento, pierde todo su significado y dilata aún más los objetivos históricos de la clase trabajadora. No se tiene en cuanta que esa lucha “por adentro” contra la burocracia sindical es en definitiva una lucha por el control de esas estructuras monopólicas de representación impuestas por el propio sistema que, en condiciones de baja participación activa de los trabajadores, arrastran tras de sí a un colectivo de trabajadores totalmente pasivo acostumbrado a que unos pocos actúen por ellos. Son esas mismas estructuras de representación las que generan las condiciones necesarias para la formación y permanencia de una burocracia sindical sobre la base de un quietismo generalizado del colectivo de trabajadores.

Todo ello ha generado que las organizaciones sindicales se presenten en la actualidad como realidades por sí, instituciones ya definidas a las cuales el conjunto de los trabajadores se deben acomodar. Asimismo, el Estado al asignarle facultades erga omnes similares a las propias al sindicato con personería gremial, ha desdibujado con ello los alcances de una actuación propia de los trabajadores, depositando esas facultades en sus “representantes” y utilizando el colectivo como fuerza potencial de presión. El sindicato se transformó al igual que el Estado en un factor más de quietismo y de actuación a-través-de-otro contrario al principio de acción directa.

Sin embargo, la historia nos ha mostrado que los trabajadores no necesitaron de la ley para unir sus fuerzas, ni tampoco que el Estado defina los límites de su actuación, ni la manera en que debían organizarse. El primer movimiento sindical que existió en nuestro país no esperó a que el Estado defina qué es una organización sindical y cuáles sus funciones “propias”. Tampoco buscó la subsistencia del sistema a través de una actuación lícita, ni tampoco pretendió erigirse representante de nadie. El sindicato era la resultante de una unión real y activa de los trabajadores, fruto de la solidaridad y de la explotación de la cual eran objeto. Su actuación no tenía otros límites más que la autonomía colectiva y hasta donde llegaran sus propias fuerzas. Era un principio de la primacía de la realidad sindical: o había unión real, solidaridad obrera y participación activa; o nada. Todo lo que provenga por fuera del principio de acción directa sólo podía ser una expresión más del propio sistema que intentaban abolir.

La puesta en crisis del actual modelo sindical no pasa por la dicotomía unidad o pluralidad sindical. Todo ello es sólo una lectura errónea de la problemática. La unidad real de los trabajadores no puede ser decidida por ley ni definida por un modelo premeditado. Al mismo tiempo, la ausencia de una unidad formal impuesta por el Estado tampoco debe entenderse como una pluralidad necesaria ya que las organizaciones sindicales, libradas a su propia determinación, pueden perfectamente unir sus fuerzas. Asimismo, la intromisión del Estado a través de estructuras monopólicas de representación ha servido también como un factor generador de divisiones dentro del movimiento sindical. Por lo tanto, lo que se entiende por unidad promocionada no es otra cosa que la intromisión distorsionadora del Estado dentro del movimiento sindical, coartando la libertad sindical y apropiándose de una expresión espontánea de los trabajadores. El objetivo de este trabajo era justamente tratar ciertas cuestiones fundamentales que la problemática actual del modelo sindical continúa sin considerar y que resultan de una importancia decisiva para la puesta en crisis del presente modelo.

– Leonardo Elgorriaga, 13 de agosto de 2010

FORA rojo y negro