Por: Lyssa
Traducido por: Grace ML
Echo la vista atrás, pienso en el último día que trabajé en Starbucks en la 80 con York, y recuerdo el día tan bonito que hacía fuera, fue un agradable paréntesis en el duro invierno que tuvimos el año pasado.
Desde que llegué al café, pude sentir que algo no iba bien. Sin embargo continué con mi turno de 2:15 a cierre, con uno de los nuevos supervisores, me metí en el papel de “feliz camarera” que se me requería y me puse a trabajar.
Quince minutos más tarde, Margaret, mi supervisora, apareció (15 minutos más tarde y sin el uniforme) acompañada de su hermana (otra compañera de Starbucks), me miraba con cara de absoluta confusión. Ella me dijo, “Lyssa ¿cierras hoy?”. Le miré aún con más cara de confusión y le contesté. “Sí, hoy cierro, ¿por qué?”, a lo que ella respondió, “Entonces ¿por qué Jennifer me hizo traer a mi hermana para el cierre?”. Ante su respuesta, yo simplemente sacudí la cabeza, encogí los hombros y pensé para mi; “así que de esta forma va a acabar todo”.
Unos minutos después, otra supervisora que estaba en mi turno me apartó a un lado y me dijo; “Jennifer me ha pedido que escriba una declaración sobre el incidente del sábado pasado, incluso cuando yo no estaba aquí ese día, pero le he dicho que no lo iba a escribir porque no había visto nada. Después de decirle que no lo escribiría, en su lugar me ha pedido que escriba una declaración diciendo lo mala compañera que eres y que tuviste una actitud insubordinada conmigo. Le pregunté si lo decía enserio y su respuesta fue “Sí”. Yo le dije que no me sentía agusto escribiendo una declaración como esa cuando nosotros trabajamos bien juntos y cuando nunca había tenido ningún problema contigo. También le dije que te considero fundamental aquí y que no es justo el trato que te da”.
Todo lo que le pude decir a Julian fue “gracias”. Casi rompo a llorar cuando supe que estaba de mi lado, sobretodo porque sabía que estaba luchando una batalla perdida. Le dije que no pasaba nada, que sabía que Jennifer me quería fuera de su tienda porque no me puede controlar, porque soy fuerte y no me dejo pisar, y no tengo miedo de decir mi opinión o lo que me preocupa. Lo único que me duele es que Jennifer tendrá la satisfacción de despedirme por una situación que no pude controlar y que gestioné lo mejor que pude.
Cerca de las 2:35, Jennifer y Katrina (la manager de zona), me dijeron que querían verme en la trastienda; no es que no supiera lo que iba a ocurrir. Lo sabía desde el momento en el que entré en el café en aquel bonito día de Marzo, desde el momento en el que vi entrar a mi supervisora Margaret y su hermana, desde el momento en el que Julian me llevó a un lado y me habló sobre el oscuro plan de Jennifer, y desde el momento en el que miré la puerta principal y vi a Katrina llegar al café. Habían encontrado la forma de darme la patada y yo no tenía control sobre lo que estaba a punto de pasar. Me tomé mi tiempo y acabé lo que estaba haciendo antes de abrirme paso a la trastienda y sentarme entre las dos. Jennifer rompió el silencio diciendo, “Basado en la investigación (que llevó 3 días) y en las declaraciones de compañeros/as y clientes/as que hemos recibido (informes falsos, una declaración era de ella misma), vamos a tener que ‘separarnos’”. Pensé para mi ‘¿separarnos?’, es una palabra un tanto extraña para usar aquí, no sabía que estábamos saliendo juntas. Ella continuó diciendo, “Aunque puede que no hayas hecho nada mal, fallaste en cuanto a la protección de clientes/as, compañeros/as y la tuya propia, no diciendo nada a tu supervisor (quien presenció la situación y no hizo nada por prevenirla) para prevenir que la situación fuera a más”. Yo dije, “¿Así que estoy siendo despedida por manejar lo mejor que sé una situación, incluso cuando mi supervisor estaba delante y no hizo nada para ayudar a pararla?” Se frotó los ojos y me pidió que firmara los papeles de ‘separación’, a lo que yo me negué. Entonces, separó una hoja de carbonilla donde la escritura era muy débil y no pude ni leer la razón por la que me había ‘separado’ de la compañía, me la dio y dijo; “te deseo la mejor de las suertes”.
Estaba sentada mirando a estas dos mujeres con un montón de cosas pasando por mi cabeza, cosas que sentía que debía decir, cosas que sabía que no podía decir, cosas violentas que quería hacerle a Jennifer por lo que ella me estaba haciendo a mi. Mientras estaba sentada allí, recordé el número de veces que había ido a cubrir turnos por ella, trabajando 6, 7, 8 días seguidos mientras estudiaba a tiempo completo, trabajando turnos de 13 horas, empezando antes o acabando más tarde porque ella no tenía a nadie que lo cubriera, esta era la misma mujer que ahora estaba yendo en mi contra. Le había hecho incontables favores, mirando por ella cuando nadie más lo hacía, y esto es lo que recibí a cambio. Jennifer sabía que ese trabajo era mi única forma de mantenerme, de pagar mi alquiler, de alimentarme y de pagar el transporte para ir a la escuela, pero no le importó. Fui despedida para proteger a la marca. Una marca que siente que los/as compañeros/as son reemplazables, y si un/a compañero/a no hace todo lo que dice, pueden encontrar a otra persona que lo haga.
Esto es lo que hace Starbucks, cuando se sienten amenazados, encuentran la forma de echarte, porque tú eres reemplazable y pueden encontrar cualquiera que daría lo que fuera por tu trabajo. En aquel momento acepté la realidad; así es como la compañía tiene éxito y porqué los/as camareros/as no pueden organizarse para luchar juntos/as por sus derechos. En el momento en el que se quieren juntar para organizarse han sido tan debilitados/as por la compañía que no les queda nada con lo que luchar.
Así que en lugar de hacer algo precipitado, guardé la compostura, y pensé que si me tenía que marchar, no les iba a dar el gusto de verme marchar con la cabeza baja. Les di mi gorra y mi delantal, vacié mi taquilla, recogí mi bolso, le dije adiós a mis compañeros/as y me marqué el último tanto. Caminé hasta la puerta, eché un último vistazo al café y guiñándole un ojo a Jennifer le dije; “No te preocupes, volveré”.
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