Carta I: Para no morir trabajando.

por: Francisco Arana.

“Los mayores adelantos en las facultades, o principios productivos del trabajo, y la destreza, pericia, y acierto con que este se aplica y dirige en la sociedad no parecen efectos de otra causa que de la división del trabajo mismo”.

 

Con este principio, Adam Smith acuño el obituario de generaciones y generaciones de explotados que se ven obligados a ofertarse como trabajo vivo, esta separación o especialización del trabajo tiene por función primordial, la de segmentar a una clase que revienta de la misma forma, quizás, dentro de una oficina climatizada donde los trabajadores llegan tarde (y se van muy tarde), juegan fútbol en las áreas comunes o llevan a sus mascotas, mientras discuten del restaurante/cooperativa que vende solo productos con responsabilidad social y libres de crueldad (pero que reproducen los esquemas de producción y distribución bajo la dinámica capitalista); que los trabajadores ilegales que se han desplazado y hoy construyen altos edificios, cosechan en los campos, cuidan a los hijos de los trabajadores locales o son integrados a las formas mas violentas y crueles de existencia dentro del capital (crimen y esclavitud), todos yacemos bajo el mismo sol, que nos abrasa sin clemencia, porque trabajo es lo único que podemos intercambiar para supervivir en un mundo capitalista, este intercambio no corresponde a la intensidad del trabajo, sino a la regulación que los capitalistas disponen para corresponder de forma desigual con un salario de mierda, no son abstracciones, son actos concretos, no es que los patrones hagan reuniones secretas donde se grite entre carcajadas de cuanto sera la miserable paga, o el valor de la mercancía sino que este pende del tiempo socialmente necesario o tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de un valor, esto sera lo que determine su magnitud de valor, habrá quien niegue esta “forma teórica” de valor, vociferando a los 4 vientos que tenemos que tomar la maquinaria y ponerla al servicio de la humanidad, ¿pero si la maquina nació para destruir a la humanidad y la tierra? ¿Por qué habremos de salvarla? ¿Por qué no aclarar la totalidad de nuestra existencia real? Para negarla, desaprenderla y destruirla.

Así pues, cuando hablamos contra el trabajo, hablamos contra la relación social que de este surge en la que el sujeto se convierte en mercancía y la mercancía es sujeto de las relaciones sociales, la esclavitud a la que se nos condena desde el principio de nuestra existencia, la que avasalla por igual a la obrera en Maracay, que al estibador en un puerto de Inglaterra o al encargado de atención telefónica en Ciudad del Cabo y a la campesina en Tailandia, esta supera las divisiones de genero, raza y demás categorizaciones sociológicas segmentarías que surgen de la educación (razón capitalista), nos contiene a todos en sí, e incluso nos engaña, creyendo que existen trabajos que son mejores que otros, que vale mas la pena graduarnos para obtener un puesto organizativo que dejar de hacerlo y trabajar 12 horas de pie como cajera de un supermercado; ¡falso!

No existe un trabajo mejor que otro, todos nos roban el breve tiempo que tenemos sobre este mundo, nos enajena, nos vuelve esclavos del estrés, de los suplementos, de la medicina, nos atomiza, nos enseña a ver en cada ser humano un rival, nos enseña a pensar que en nombre del progreso esta bien destruir los bosques, respirar aire saturado de veneno, adquirir toda la basura que producimos, mirar al vació sin sueños.

Tampoco sera una vuelta de tuerca en la que veremos el retorno de la comunidad primitiva, pues la base de producción de las sociedades pre-capitalistas fueron igualitarias en medida de la necesidad de subsistencia y su modo de producción (recolector/cazador) en la tierra ha sido imposibilitado por el nivel de destrucción que el capital ha concretado, habrá que recordar también que estas comunidades primitivas en los albores de la historia humana fundaron bandos, en los que nació la practica de esclavizar al enemigo capturado, pariendo así la contradicción entre dos clases, la de los amos y la de nosotros los esclavos; también es inimaginable la cantidad de brechas que se han vislumbrado en el camino de la humanidad hacia el futuro, no sabemos si tras la llamarada de una inherente e histórica lucha que se ha gestado de forma permanente entre explotadores y explotados miremos el encumbramiento un oasis paradisiaco e igualitario o un hermoso y salvaje planeta que no necesita ser domesticado, lo que si sé y estoy convencido, es que necesitamos mantenernos, indomables, insatisfechos con cualquier trabajo, afines a la humanidad (fuera del humanismo burgués que desprende ese tufillo renacentista y progresista) a la naturaleza viva, a entender y escribir todo lo que nos oprime para no morir trabajando hasta reventar.