Esta semana tenemos un escrito de Ricardo Flores Magón. Es un objetivo general del IWW de crear una conexión del IWW moderno con el legado de los hermanos Flores Magón y el Partido Liberal Mexicano. Esperamos que aquellos que asumen el manto del PLM en nuestra época, puedan ver al IWW como compañero/as de armas y tal vez incluso ver al Gran Sindicato como un medio para la continuación del trabajo inacabado de la revolución proletaria en México. Con el fin de crear este vínculo, espera la voz y el alma de los PLMistas frequentemente en nuestras páginas.
En la primera muestra, “Sin Jefes”, Ricardo habla de la “protección” de un jefe. Esto suena raro a mis oidos porque nunca me he sentido protegido por un jefe, y tampoco es su responsibilidad. Lo que suena lógico es que Ricardo está hablando de un jefe en un sentido antigüo y rural, como un cacique, un capataz, un caudillo, un patrón, o un contratista de trabajo. Todos estos oficios tenían un sentido de que el jefe estaba en cargado de tu trabajo, y tambien de tu protección (segun ellos). Con este significado, la palabra “jefe” está más dirigido al gobierno, en lugar de al trabajo y las industrias, como usamos hoy en día. De igual manera, apreciamos los pensamientos Magonistas sobre nuestros enemigos. Disfrútalo. – JP
Por: Ricardo Flores Magón
“Regeneración” 21 de marzo de 1914
Querer jefes y querer al mismo tiempo ser libres, es querer un imposible. Hay que escoger de una vez una de dos cosas: o ser libres, enteramente libres, negando toda autoridad, o ser esclavos perpetuando el mando del hombre sobre el hombre.
El jefe o gobierno son necesarios solamente bajo un sistema de desigualdad económica. Si yo tengo más que Pedro, temo, naturalmente, que Pedro me agarre por el cuello y me quite lo que él necesite. En este caso necesito que un gobernante o jefe me proteja contra los posibles ataques de Pedro; pero si Pedro y yo somos iguales económicamente; si los dos tenemos la misma oportunidad de aprovechar las riquezas naturales, tales como la tierra, el agua, los bosques, las minas y demás, así como la riqueza creada por la mano del hombre, como la maquinaria, las casas, los ferrocarriles y los mil y un objetos manufacturados, la razón dice que sería imposible que Pedro y yo nos agarrásemos por los cabellos para disputarnos cosas que a ambos nos aprovechan por igual, y este caso no hay necesidad de tener un jefe.
Hablar de jefe entre iguales es un contrasentido, a no ser que se trate de iguales en servidumbre, de hermanos de cadenas, como somos actualmente los trabajadores.
Muchos son los que dicen que es imposible vivir sin jefe o gobierno; si son burgueses los que tal cosa dicen, les concedo razón, porque temen que los pobres se les echen al cuello y les arrebaten la riqueza que amasaron haciendo sudar al trabajador; pero ¿para qué necesitan los pobres al jefe o al gobierno?
En México hemos tenido y tenemos centenares de pruebas de que la humanidad no necesita de jefe o gobierno sino en los casos en que hay desigualdad económica. En los poblados o comunidades rurales, los habitantes no han sentido la necesidad de tener un gobierno. Las tierras, los bosques, las aguas y los pastos han sido, hasta fecha reciente, la propiedad común de los habitantes de la comarca. Cuando se habla de gobierno a esos sencillos habitantes, se echaban a temblar porque gobierno, para ellos, era lo mismo que verdugo; significaba lo mismo que tiranía. Vivian felices en su libertad, sin saber en muchos casos ni siquiera el nombre del Presidente de la República, y solamente sabían que existía un Gobierno cuando los jefes militares pasaban por la comarca en busca de varones que convertir en soldados, o cuando el recaudador de rentas del Gobierno hacía sus visitas para cobrar los impuestos. El Gobierno era pues, para una gran parte de la población mexicana, el tirano que arrancaba de sus hogares a los hombres laboriosos para convertirlos en soldados, o el explotador brutal que iba a arrebatarles el tributo en nombre del Fisco.
¿Podían sentir esas poblaciones la necesidad de tener un gobierno? Para nada lo necesitaban, y así pudieron vivir cientos de años, hasta que les fueron arrebatadas las riquezas naturales para provecho de los hacendados colindantes. No se comían unos a los otros, como temen que ocurra los que solamente han conocido el sistema capitalista en que cada ser humano tiene que competir con los demás para llevarse a la boca un pedazo de pan; no tiranizaban los fuertes a los débiles, como ocurre bajo la civilización capitalista, en que los más bribones, los más codiciosos y más listos tienen dominados a los honrados y los buenos. Todos eran hermanos en esas comunidades; todos se ayudaban, y sintiéndose todos iguales, como lo eran realmente, no necesitaban que autoridad alguna velase por los intereses de los que tenían, temiendo posibles asaltos de los que no tenían.
En estos momentos ¿para qué necesitan gobierno las comunidades libres del Yaqui, de Durango, del sur de México y de tantas otras regiones en que los habitantes han tomado posesión de la tierra? Desde el momento en que se consideran iguales, con el mismo derecho a la madre Tierra, no necesitan un jefe que proteja privilegios en contra de los que no tienen privilegios, pues todos son privilegiados.
Desengañémonos, proletarios: el gobierno solamente debe existir cuando hay desigualdad económica. Adoptad, pues todos, como guía moral, el Manifiesto de 23 de septiembre de 1911.
Fuente: Ricardo Flores Magón. Semilla Libertaria. (Liga de Economistas Revolucionarios de la Republica Mexicana). México, D.F. 1975