La segunda década de este milenio cosecho en una pandemia todos los temores de los seres
humanos, borro de nuestra cara la falsa sensación de seguridad que brinda un trabajo (explotado), los
sueños de éxito en la lógica capitalista se diluyeron ante las condiciones que arrojaron a los seres
humanos a los espacios delimitados por el capital, a esos espacios les llamamos refugios, pero ¿que
tiene de refugio un cubo de concreto aplastante que nos asfixia, amontonados entre una y otra
“vivienda”? y ¿que sentido tiene fingir que hacemos el trabajo de la oficina o que los hijos aprenden
toda la basura que dictan los sistemas educativos de todo el mundo? ¿como es que nos sentimos
seguros debajo de estas tumbas? Tumbas de concreto que nos rentan a precios exagerados; o en
otros casos: nuestras migajas de propiedad privada, la posesión que sujeta la razón colectiva, el ente
que impulsa la mentira del bienestar social, la acumulación, el re-ordenamiento de los espacios, el
confinamiento y los nuevos mil y un caminos que llegan al trabajo (en casa, en la oficina, en la fabrica,
en el taller) para producir.
El temor nos invade a todos, no importa el grado radical de la critica que surja de tal o cual individuo,
apenas un soplo de lo vital sobre el montaje capitalista fue suficiente para despertar los temores
primigenios de la especie, la bestia fuera de la caverna hoy tiene nombre: Covid19 y ante la búsqueda
de prevalecer y no morir, todos nos sujetamos a las reglas de la sanidad estatal, los corazones se
encienden y vibran ante el sentimentalismo mas estúpido: el patrón y el trabajador se unen (ante una
naturaleza antagónica que se expresa en la lucha de clases cotidiana, manifestada en la miseria
material de todos los explotados y en la violenta destrucción de nuestro mundo por parte del
capitalismo y la burguesía mundial), el primero en los espacios mas grandes, con una alimentación
balanceada y completa, el segundo en su jaula, cobijando las crías bajo el ala, aceptando el sacrificio
en pos de la economía; si la vida era miserable en las condiciones cotidianas, ante la crisis biológica
esta nos asfixia cada instante mas, los alimentos son escasos en los sectores mas marginados, pero
abundan y brillan en los aparadores de los supermercados que atienden al sector burgués, no hay
guantes ni cubre bocas para los trabajadores, pero si puedes pagarlo, hallaras todo el visú catastrófico
en internet.
Entonces en este punto medular encontramos la antagonia de clase; en los elementos vertebrales de
esta pandemia, no hay ningún trato homogéneo (y no lo queremos, queremos todo y buscamos la
destrucción y supresión de quienes nos explotan, tanto, como nuestra abolición como explotados)
para las consciencias aún inmersas en la lógica capitalista, esto no es un llamado suicida ni
autodestructivo, pero si de abolición e insurrección hacia la vida.
Los Estados (sin excepción alguna) imponen medidas restrictivas. Policías y militares, abanderados del
terror coordinan el ordenamiento de reclusión, los miserables a sus habitaciones precarias, así
protegerán la propiedad del rico mientras estos se van a sus casas de campo y de playa.
Algunos aventurados o ideológicamente inmersos en teorías conspiranoides llaman a “protestar por
retomar nuestra vida con normalidad” ¡Que falaz! Llamarnos a reproducir la sintomatologia de la
enfermedad capitalista, ¿para que llamar a todos los seres humanos a salir y embrutecerse, a
reactivar la economía, a vacacionar bajo riesgo de enfermarse y morir, todo por salvar la economía.
Así pues todos los explotados del mundo tenemos una batalla con un frente universal, la inminente
sacudida de la economía no significa el fin del capitalismo, la reestructuración de sí yace en la
austeridad, austeridad que asfixia nuestra condición como clase empobrecida y explotada.
Todos los trabajadores estamos en un estado permanente de ansiedad ante la incertidumbre, la
patronal lo sabe y aprovecha para expulsar a los elementos críticos, a los mas viejos, a los enfermos a
los que bajo la lógica capitalista no representan incremento de producción y reproducción de la
fuerza de trabajo, los servicios médicos se colapsan ¡porque nunca han sido suficientes!, no hay
ninguna esperanza en este organismo que tiende a la muerte y que debería ser considerado la
epidemia primaria: el capitalismo.
Así pues es momento de organizar la solidaridad de todos los que nos encontramos en la pendiente,
los que miramos la cuenta vaciá, la despensa vaciá, los que sentimos la tierra moribunda bajo
nuestros pies, los que nos reconocemos con los otros y con todos, sin importar la región ni la raza de procedencia, basta mirarnos para reconocernos, tomar la única dirección inmanente, la de recuperar
nuestra vida, del sueño de un mundo sin capitalismo a una existencia que no conocemos pero que
con seguridad es mejor que la que las condiciones actuales nos da.
Algunos explotados
Región oprimida por el estado mexicano