Por Jean-Carl Elliott
La Cumbre de Sindicalización 2022 de los TIM tuvo lugar en Chicago, IL durante el primer fin de semana de octubre. El Consejo del Departamento de Organización (CDO) me pidió que facilitara un taller sobre el trabajo por propinas y, después de intercambiar mensajes, nos decidimos por el título “El punto crítico: La competencia en el lugar de trabajo y el debilitamiento de la solidaridad.” Llevo 25 años trabajando en restaurantes (tanto atendiendo a la clientela como en la cocina) y estoy a punto de celebrar mi décimo aniversario de los TIM, así que tengo muchas ideas sobre el tema. Pero también tenía curiosidad por conocer las experiencias de los demás trabajadores, así que me preparé con algunas presentaciones y anécdotas para establecer el tono de la discusión, y también llegué preparado con muchas preguntas de debate para lanzar al grupo.
Empecé la sesión preguntando a los participantes: “¿Alguien sabe de dónde viene la práctica de las propinas?” Un par de manos se levantaron. Algunos trabajadores comentaron que en los EEUU, los esclavos liberados pasaron a trabajar en la hostelería. En lugar de trabajar a cambio de un salario de sus empleadores, se les permitía recibir propinas de los clientes. Hoy en día, los que proporcionan este servicio (ahora llamados “meseros”) ganan un sueldo por hora que es un poco más alto que en esas épocas, pero las propinas siguen constituyendo la mayor parte de sus ingresos. “¿Qué tipo de dinámica de poder crea esta situación entre los trabajadores y los clientes?” pregunté. “¿Y entre los compañeros de trabajo? ¿Entre trabajadores y jefes?
Las propinas tienen todo tipo de efectos secundarios en el lugar de trabajo y necesitaría escribir un artículo entero (tal vez incluso un libro) para enumerarlos todos, pero algunos de los puntos principales que quería destacar en la discusión son que oscurecen la dinámica de poder entre trabajadores y jefes y ayudan a crear un estado de vigilancia interpersonal constante en el restaurante. La antigua propaganda de la lucha de clases siempre presenta al enemigo como un capitalista con esmoquin y sombrero de copa: el rico empresario. En 2022, sin embargo, el enemigo es una mujer con un corte de pelo desigual: una “Karen”. Una clienta. Ya ni siquiera hablamos de jefes. Es como si estuvieran completamente fuera de la foto y definitivamente fuera de la mente de muchos trabajadores. Como los clientes controlan más nuestro bolsillo que nuestros jefes, puede llevar a los trabajadores a sentir que tienen que aceptar un comportamiento inapropiado y degradante para asegurarse que nos paguen una propina al final de cada comida. También puede provocar tensiones entre los trabajadores que tratan con la clientela y con los que preparan la comida, porque los meseros tienen un gran interés en hacer cumplir las normas de tiempo en la cocina para asegurarse que la comida se sirve rápido. En resumen, las propinas crean un entorno de trabajo en el que todos nos enfrentamos constantemente, mientras que los jefes a menudo no aparecen en este contexto.
Entonces, ¿qué hacemos con esta información? Como organizadores sabemos que para forzar concesiones económicas por parte de los empresarios, tenemos que ser capaces de ejercer una influencia económica. Y eso suele implicar un alto grado de organización. Y la realidad es que muchas de nuestras campañas en los restaurantes se encuentran en una fase inicial, y no han llegado al punto de poder realizar grandes huelgas u otras acciones concertadas costosas. La abolición de las propinas ha sido un objetivo de los TIM durante décadas y debería seguir siéndolo, pero si no tenemos influencia para lograrlo ahora, deberíamos empezar a hablar de lo que hará falta para conseguirlo.
Pasé a la siguiente parte del debate compartiendo con los participantes una historia personal de un restaurante en el que trabajé a principios de los años 2000, aproximadamente una década antes de afiliarme a los TIM. Por aquel entonces, trabajaba como cocinero y lavaplatos en una cadena de restaurantes y también fumaba cigarrillos. La empresa empezó a establecer todo tipo de normas arbitrarias, una de ellas era prohibir los descansos para fumar durante los turnos de trabajo. Antes de la prohibición, los cocineros fumaban cigarrillos junto al contenedor cuando sacábamos la basura después de la cena. Aunque ahora estaba prohibido fumar, seguíamos estando obligados a hacer el servicio de la basura, así que algunos de nosotros ideamos un sistema en el que cada uno cogía una o dos bolsas, se fumaba un cigarrillo fuera y luego otros cocineros sacaban otra o dos bolsas para tener una excusa para estar fuera. Y luego nos olvidábamos “accidentalmente” de una o dos bolsas al final para el lavaplatos. De este modo, todo el mundo se tomaba un descanso para fumar a pesar de que la política de la empresa decía que no podíamos hacerlo.
Le dije al grupo que este es un ejemplo de lo que algunos Wobblies y otros radicales han llamado “el grupo informal de trabajo“. Los grupos informales de trabajo tienden a surgir casi orgánicamente en la mayoría de los lugares de trabajo, si no en todos. Los jefes intentan moldear todos los aspectos del trabajo y los grupos de trabajadores desafían colectivamente ese control e intentan moldear el lugar de trabajo a su gusto. Debido a que estamos tan condicionados por el sistema de relaciones laborales sancionado por el gobierno, tendemos a pasar por alto estas actividades, a pesar de ello, estos grupos informales constituyen los órganos de la organización de la clase obrera y una manera de luchar en el lugar de trabajo. Los grupos informales de trabajo socializan cuando y donde los jefes nos dicen que no lo hagamos, realizan su trabajo a su gusto a pesar de lo que diga el manual o el contrato.
Un panfleto llamado “Abajo los restaurantes” tiene un extracto sobre esto:
“El pegamento que mantiene unidos a estos grupos informales de trabajo es una lucha contra el trabajo. Cuando bromeamos cuando se supone que estamos trabajando, o hablamos mal del jefe, o hacemos recortes para facilitar el trabajo, o robamos juntos en el trabajo, creamos confianza, complicidad y una cultura de cuidarnos unos a otros. Esta comunidad de lucha reduce la producción de ganancias, pero también tiende a romper las divisiones y jerarquías creadas por el proceso de producción. Es la base de cualquier lucha más amplia contra los administradores de negocios.”
Le pregunté al grupo si alguien tenía ejemplos de grupos informales de trabajo en su lugar de trabajo o en su experiencia.
Uno de los asistentes habló de los trabajadores que se intercambiaban los turnos entre sí. Si un compañero estaba programado por el jefe y tenía que estar en otro sitio, otro trabajador trabajaba su turno por él y viceversa. “¿Y cuál es el problema que intentan resolver?” pregunté. “El horario no es justo y el jefe tiene un control total sobre él”, fue la respuesta. “Entonces, ¿cuál podría ser una acción más confrontativa con un objetivo más claro?” pregunté. Después de una conversación, un wobblie sugirió que el grupo podría escribir su propio horario y entregárselo al jefe como grupo, tal vez como parte de una marcha de protesta contra el jefe.
Otro de los wobblies compartió una historia sobre su trabajo en una cocina caliente. El dueño tenía un estante de Gatorade que estaba a la venta y que tenía un cartel de “NO TOCAR”. Un día hacía demasiado calor y un trabajador destapó una botella de Gatorade y empezó a beberla. Otro trabajador siguió su ejemplo. En poco tiempo, tomar Gatorade gratis se había convertido en una práctica diaria. “Entonces, ¿cuál podría ser una acción más conflictiva con un objetivo más claro?” pregunté. Se sugirió otra marcha de protesta contra el jefe, esta vez con una carta exigiendo al propietario que proporcione Gatorade a los empleados. No sería un gran cambio con respecto a la situación actual, pero mostraría a los trabajadores que está bien pasar a la ofensiva para conseguir lo que queremos.
También debatimos brevemente sobre el robo y por qué los trabajadores lo hacen. Muchas veces, robamos al jefe porque él nos roba en forma de beneficios y explotación. Pero robar también es un acto pasivo y puede meternos en problemas legales. Podemos darle la vuelta a esta acción preguntando a los trabajadores por qué roban y convertirlo en una exigencia para que los jefes nos den las cosas que necesitamos y queremos.
El sistema de propinas provoca innumerables divisiones en el lugar de trabajo. Los grupos informales de trabajo empiezan a romper esas divisiones, pero nuestro trabajo como revolucionarios es convertir la resistencia pasiva en acciones colectivas con demandas claras. Pasará algún tiempo antes de que seamos capaces de acabar con el sistema de propinas, pero podemos avanzar hacia este objetivo aprendiendo a luchar y a ganar. Si nos enfrentamos a problemas más pequeños y mostramos a nuestros compañeros de trabajo que la victoria es posible, podremos adquirir la confianza y la fuerza necesarias para emprender luchas más grandes y conseguir victorias más importantes.
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Este artículo fue publicado en The Industrial Worker bajo el título, The Tipping Point, Industrial Worker, el 7 de octubre de 2022.
La foto es de Andy Thrasher, publicado bajo la licencia de CC0 1.0 Universal.