Experiencias desde el Valle del Okanagan, Canadá
por eloy rivas y Pablo Revueltas con fotos de Leonel Nava Ruiz
Pablo Revueltas es un trabajador agrícola temporal con más de una década de experiencia en la pisca de cerezas en el Valle del Okanagan. eloy es un nomádico recolector de historias y luchas obreras desde hace una década. Durante años, a través de nuestra experiencia como trabajadores recolectores -de frutas y de historias-, hemos vivido y testificado experiencias aterradoras de abuso y explotación hacia las y los trabajadores agrícolas migrantes en diversos lugares de las Américas. Aunque también hemos testificado inspiradoras historias de solidaridad y resistencia. En este artículo vamos a compartirles nuestras experiencias de trabajo y reflexión en el Valle Okanagan de la Columbia Británica, Canadá. El trabajo se hace con el apoyo fotográfico de nuestro compañero León Nava, un piscador mexicano que además de ser un experimentado trabajador agrícola es también fotógrafo y activista en la región desde hace 14 años.
Por si no les suena el nombre Okanagan, tal vez esto les recuerde un poco: En el Valle de Okanagan hubo fuegos forestales aquí durante el verano. Estos fuegos consumieron más que 430 kilómetros cuadrados de bosque y quemaron más de 181 edificios.
El Valle del Okanagan es un enclave agrícola localizado en el suroeste de Canadá (frontera con Washington, EU), mismo que es reconocido como uno de los mayores productores y exportadores de fruta y vino a nivel local e internacional. Asentadas a lo largo del lago Okanagan —región que abarca más de 1500 km— una vasta cantidad de granjas de cereza, durazno, arándano y manzana, así como viñeros, y mercados de vegetales de temporada, conforman la industria agricultora local.
Esta industria produce una enorme riqueza. Además de crear riqueza en el sentido de que abastece de fruta y verdura fresca y nutritiva a un sector de la población local y mundial, también produce grandes ganancias.
Aunque, a decir verdad, no es la industria la que produce esa riqueza, ni la que hace posible que cada año la gente tenga acceso a fruta, verdura fresca y vino. Es el trabajo, la mano de obra migrante, que lo hace posible.
¿Por qué decimos esto?
Simplemente, porque cada año —desde hace ya muchas décadas— cientos de quebecoises provenientes del este canadiense, así como miles de migrantes nativos de diversas partes de Latinoamérica, Asia, Oceanía y Europa, llegan al Valle del Okanagan a limpiar los campos agrícolas, a podar los árboles y a recolectar y a empacar las frutas y verduras.
La mayor parte son gente humilde que está tratando de superar la precariedad e inseguridad que viven en sus lugares de origen. Algunas/os trabajadores son reclutadas/os a través de un programa canadiense de trabajado agrícola temporal (SAWP) en zonas rurales de México, Jamaica y Guatemala. Otras/os son compas migrantes sin papeles, o solicitantes de refugio, que viven en la ciudad, pero que son discriminadas/os allí, están sin empleo, y por eso van a trabajar a los campos del Okanagan. Algunas/os otras/os, aunque tienen pasaporte canadiense, vienen aquí buscando salir adelante ya que no tienen demasiadas oportunidades en las ciudades canadienses donde viven.
Las y los compas trabajan duro y hacen este trabajo que casi nadie en Canadá quiere hacer. La agroindustria en el Okanagan depende casi en su totalidad de la masa trabajadora migrante. Por eso decimos que es el trabajo migrante lo que hace la riqueza de esta industria.
El abuso, la explotación y las fronteras
Pero el sistema capitalista es injusto y violento. A cambio de su trabajo, de su entrega, y de la riqueza que producen, las/os trabajadoras/es agrícolas, en una gran mayoría, reciben malos tratos y malas condiciones de vida y trabajo. Como consecuencia, el mundo de los trabajos temporales en general, y el de la pizca de cerezas en particular, es un universo único y difícil para quien trabaja. Muchas/os de nuestros compañeros recorren grandes distancias desde sus ciudades, desde sus países, para luego encontrar aquí un empleo complicado y precario.
¿Por qué decimos que este trabajo es precario?
Es un trabajo precario porque depende completamente de las condiciones meteorológicas y del mantenimiento de los frutales y porque la o el trabajador no tiene autonomía sobre el trabajo. La velocidad en el trabajo, el ritmo, así como el salario dependen de la capacidad de quien gestiona las fincas en organizar correctamente el trabajo de cosecha, no de las/os trabajadores.
Este es un trabajo precario porque implica muchos riesgos a la salud, riesgos que se toman a veces sin ninguna cobertura médica o seguro. Es precario porque todos los días se reciben abusos de las y los patrones; abusos que son todavía más frecuentes contra quienes no tienen papeles, a quienes las o los patrones amenazan con despido si no hay obediencia, o con reporte a la policía para ser deportado si se exigen derechos. Los abusos también se cometen contra los y las trabajadoras migrantes por razones de estética, por la apariencia, o por el género, la orientación sexual y el estilo de vida.
Es un trabajo precario porque las/os trabajadores se revientan en el trabajo todos los días de la semana, incluso trabajando de noche, para sacar adelante la jornada laboral. Es precario porque en el trabajo temporal no tiene acceso a seguro de desempleo, o a otros derechos laborales, como el derecho a la representación sindical.
Es un trabajo precario porque el lugar de trabajo, donde se labora día y noche, no ofrece lugares dignos y limpios donde dormir y descansar; no se reciben baños limpios y adecuados ni tampoco espacios limpios y equipados para preparar los alimentos. Es precario porque cada día se trabaja, se vive y se duerme en contacto con productos químicos que hacen mucho daño a la salud.
Es un trabajo precario porque el salario es bajo, nunca es estable y muchas veces depende del capricho de las o los patrones. Además, el salario lleva décadas estancado, sin aumentar. Es precario el trabajo porque las/los patrones amenazan con despido si las/os trabajadores no se conforman a las condiciones del patrón, que siempre son condiciones de mierda. Es precario porque a veces se obliga a las/los trabajadores a firmar contratos infames que prevén un recorte del sueldo si la o el trabajador se va antes del final de la temporada.
Además, en nuestra propia experiencia de trabajo hemos testificado historias aterradoras: mujeres sometidas a abusos sexuales por parte de las/los patrones; trabajadoras/es que han sido desechadas/os sin trabajo y deportados a sus países después de haber sufrido un accidente de trabajo o haber hablado con organizaciones civiles; robos de salario; negación del derecho de pausa en el trabajo, e incluso violencia física y psicológica por parte de algunas/os patrones o supervisoras/es.
Durante los recientes incendios forestales que sacudieron esta región el verano de 2023, las/os trabajadores desplazadas/os y quienes que perdieron su trabajo fueron dejadas/os a la deriva, sin goce de salario. Otras/os continuaron trabajando sin recibir el equipo adecuado para proteger su salud durante los humos e incendios, tal como lo ha denunciado la organización, Dignidad Migrante. A muchas/os que siguieron trabajando durante los incendios, tampoco se les respetó el derecho a la pausa, incluso para tomar agua. Otras/os más incluso fueron amenazadas/os con despido si se negaban a trabajar en condiciones de riesgo a su salud.
Todo esto es lo que el trabajo migrante recibe a cambio de la riqueza que produce.
La resistencia contra el abuso y la explotación en el trabajo encuentra dificultades
Desde hace varias décadas, organizaciones sociales, sindicatos y académicas/os comprometidos con los derechos de las/os obreros, han denunciado estos abusos. A pesar de esto, muy pocos signos de protesta y resistencia organizada se han dejado ver.
¿A qué se deben estas dificultades para la lucha contra el abuso y la explotación?
Las/os compañeros nos dan las claves. Muchas/os cuentan que esta dificultad se debe en parte a que la fuerza de trabajo migrante en la región es muy diversa y también desigual, lo que hace más difícil la solidaridad. Otros/as dicen que esto también se debe a que muchas/os compas trabajadores están siempre en peligro de deportación.
Esto tiene sentido. En el Okanagan, algunas/os compas están sin papeles, o son solicitantes de refugio que vienen de zonas urbanas marginalizadas del sur global. Muchas/os vienen escapando la violencia de estado, la persecución, la pobreza extrema, la expulsión por homofobia, machismo, racismo o clasismo en sus lugares de origen. Su trabajo es lo único que les da esperanza y tienen mucho miedo de perder sus trabajos y de ser deportados, por lo que aguantan todo.
Otra buena cantidad son trabajadoras/es de origen campesino provenientes de México, Guatemala y Jamaica, mismos que son incorporados por la industria local a través de reclutadoras privadas y acuerdos bilaterales entre el gobierno canadiense y los gobiernos locales. Ellas/os trabajan en condiciones de semi-esclavitud, pues sus contratos legales no les dan permiso a cambiar de empleo, ni representación sindical, y les vuelve dependientes y deportables. Otras/os más, son desempleadas de zonas urbanas que vienen de países pobres de América Latina, y también aguantan todo con la esperanza de ahorrar y regresar con dinero ahorrado que les ayude a pagar sus deudas o aliviar un poco su incertidumbre financiera. Otras/os más son trabajadoras/es de Quebec, Australia o Francia que trabajan duro una temporada para poder vivir el resto del año cuando regresan a sus provincias.
Todo mundo tiene diversos estatus legales precarios; habla diferentes idiomas; tiene muy diferentes necesidades; y tiene diferentes códigos culturales. Esta diversidad impone límites a la solidaridad ya que dificultan la comunicación y el sentimiento de unidad e interés de clase.
Aunque las organizaciones locales de apoyo a los trabajadores agrícolas hacen cosas importantes por los trabajadores, éstas no han sido 100% efectivas en la organización del trabajo contra a la explotación y la deportabilidad, pues se enfocan más a la provisión de formas de apoyo cuando las/os trabajadoras/es lo necesitan. A veces, las/os compañeros trabajadores no se sienten escuchadas/os en sus verdaderas necesidades, pues poca gente les pregunta qué quieren hacer, qué necesitan como apoyo, cómo quisieran resistir.
Venciendo la fragmentación y organizando la resistencia: la fuerza anarquista contra las fronteras y el capital
Pero hay una fuerza obrera en el Okanagan que ha sido capaz de organizar la resistencia obrera migrante contra la explotación, las fronteras, la deportabilidad y el robo de salarios. Esta fuerza es constituida por una masa crítica de proletarias/os nómadas, apátridas y anarquistas, algunos de ellos indocumentados, que son partidarios de visiones igualitarias de ser y estar en el mundo.
Estas/os proletarios apátridas y libertarios provienen mayoritariamente de países de América Latina y el Caribe, aunque también hay que vienen del este canadiense (les quebecoises). Algunas/os otros son personas de identidad híbrida, pues han nacido en Canadá, pero tienen orígenes migrantes humildes, o viven de forma permanente en Canadá, aunque han nacido en otros países. Hay también quien simplemente viven como nómadas y apátridas, pasando temporadas de aventura en diversos lugares del mundo donde haya trabajo, techo, a veces amor, y buena compañía.
No todas las o los trabajadores son sometidos al abuso laboral de la misma manera, pues las y los quebecoises y aquellos que tienen visa de trabajo tienen siempre mejores condiciones laborales. Esto impide la solidaridad. A pesar de esto, y a pesar también de que existen muchas diferencias culturales y lingüísticas que obstaculizan la unidad obrera, las y los compas anarquistas nómadas han sido capaces de establecer puentes y superar barreras practicando el apoyo mutuo en la vida cotidiana y practicando la solidaridad de clase contra los abusos patronales y contra las fronteras culturales y lingüísticas que les separan.
Por ejemplo, cuando las y los compas indocumentados se enfrentan a dificultades y a la posibilidad de ser deportadas, estas/os compas anarquistas les echan la mano y les esconden para protegerles. También les consiguen trabajos y comparten sus espacios para dormir o comer. Algunas/os otras/os, cuando viajan a América Latina haciendo activismo, invitan a sus compas de lucha a trabajar de forma temporal al Okanagan Valley, para que ahorren y puedan dedicar el resto de su tiempo a hacer activismo de justicia social en sus países. En cierto sentido, es la fuerza anarquista la que sostiene la vida, la dignidad y la resistencia obrera migrante en el Okanagan.
Las anarquistas también han tejido redes de lucha y solidaridad compuestas de piscadoras/es y recolectoras/es de cereza que organizan protestas o huelgas cuando hay trabajadoras o trabajadores que la están pasando mal. Un ejemplo de movimiento organizado de trabajadoras/es migrantes en el Okanagan es el colectivo Pickers en Rabia (Piscadores en Rabia). Este grupo surgió una década atrás por iniciativa de Pablo Revueltas y otros compas de diversos orígenes culturales, principalmente de México, Guatemala, y Quebec. Aunque este grupo no es plenamente visible, pues opera en la clandestinidad, en momentos de crisis aparece organizando la rabia de aquellos que están sufriendo abusos. Y este trabajo político se hace con mucha paciencia, con mucho cuidado, pero también con mucho amor por la dignidad obrera y con mucha firmeza, según hemos escuchado.
Durante la crisis de los fuegos forestales este verano, justo cuando todo mundo estaba en pánico, el patrón de la farma Sambdu no quiso pagarles el salario a las/os compas trabajadores por dos semanas. O sea, otro robo de salarios. En respuesta, Pickers en Rabia organizó una protesta híbrida (híbrida como su nombre y como la identidad de quienes componen este colectivo) que consistió denunciar ese robo de salarios tanto en diversas páginas de internet como a través de conferencias de prensa con los medios de comunicación locales. Entre los repertorios de contención, la huelga en la planta fue también muy importante. Estas acciones tuvieron mucha resonancia a nivel local, lo que logró presionar tanto al patrón tanto que éste finalmente pagó a las y los trabajadores lo que les debía.
Este triunfo de Pickers en Rabia representa un ejemplo de cómo la fuerza política del anarquismo continúa ofreciendo soluciones contra el abuso del capital y contra la fragmentación de la clase trabajadora en el mundo cada vez más afectado por el individualismo, el conformismo, y la indiferencia. Pero esta fuerza no debe de darse por sentada. Hay muchas cosas que se deben de hacer para continuar cultivando la resistencia y ganando victorias contra el abuso, el capital y sus regímenes de fronteras. La construcción de una resistencia firme y duradera se fortalecería con el apoyo del movimiento sindical independiente, principalmente del sindicalismo internacionalista. Creemos que la presencia de L@s Trabajador@s Industriales del Mundo (TIM/IWW) en el Valle del Okanagan fortalecería mucho esta fuerza de la clase trabajadora generosa, nómada, apátrida y migrante. Es posible cambiar la historia.
Los TIM siguen comprometidos a ayudar a los trabajadores de todo el país a organizar sus lugares de trabajo, dondequiera que estén. Si desea obtener más información sobre cómo los TIM pueden ayudarlo a usted y a sus compañeros de trabajo a organizarse para obtener mejores condiciones laborales, comuníquese con el departamento de organización de los TIM.