En celebración de la vida y obra de Staughton Lynd, Solidaridad ofrece estos extractos de su discurso ante la Asamblea General de IWW de 2002. Publicados primero en la edición de octubre de 2002 del Industrial Worker y en Son Huelgaz, la publicación oficial del sindicato Trabajadores Industriales del Mundo (TIM) en Arizona y Sonora.
Cada uno de nosotros somos diferentes y podemos usar distintas etiquetas para definir la sociedad que buscamos. Sea cual sea la etiqueta que usemos, la buena sociedad a la que todos aspiramos se caracterizará por la gestión conjunta y el consumo compartido de las cosas buenas de esta tierra. No creo que la dificultad a la que nos enfrentamos sea definir nuestro objetivo… Nuestro problema es cómo llegar allí.
El Preámbulo de la Constitución de los TIM habla de “acabar con el capitalismo”. ¿Pero cómo hacemos eso? La literatura Wobbly (un apodo para los afiliados a los TIM) se refiere grandiosamente a una huelga general. ¿Bajo qué circunstancias ocurren las huelgas generales? ¿Bajo qué circunstancias podrían guiar las huelgas generales a la transformación del capitalismo hacia algo cualitativamente diferente?
A veces parece que la visión de IWW es muy agradable pero también irremediablemente abstracta y utópica. Conozco a un Wob anteriormente comprometido al sindicato que ahora es organizador del sindicato Trabajadores Automovilísticos Unidos (UAW). ¿Cuántos de nosotros, me pregunto, tenemos, por así decirlo, una segunda identidad respetable que mantenemos junto con nuestro compromiso con un nuevo mundo que surge de las cenizas del viejo? Este tipo de confusión personal está destinada a ocurrir cuando colectivamente comenzamos a preguntarnos si realmente tenemos un “poder mayor que el del oro acaparado” por los jefes. Es decir, si realmente tenemos una estrategia para acabar con el capitalismo.
El maravilloso documento, el Preámbulo de la Constitución de los TIM, establece dos conceptos que pueden ser componentes básicos en una estrategia para un cambio fundamental. El primero se refiere a los sindicatos. El segundo tiene que ver con “formar la estructura de la nueva sociedad dentro de las ruinas de la vieja.” Vamos a considerar cada uno a su vez.
Los sindicatos de oficios
El Preámbulo declara:
“Encontramos que la centralización de la gestión de las industrias en cada vez menos manos hace que los sindicatos de oficio sean incapaces de enfrentar al siempre creciente poder de la clase patronal. Los sindicatos fomentan una situación que permite que un grupo de trabajadores se enfrente contra otro en la misma industria, y así ayudando a derrotarse el uno al otro en guerras de salario. Es más, los sindicatos de oficio ayudan a la clase patronal a engañar a los trabajadores en la creencia de que la clase obrera tiene intereses en común con sus empleadores.”
En 1905, estas palabras se referían a los sindicatos de oficios de la Federación Estadounidense del Trabajo (AFL). En cualquier lugar de trabajo, si existieran sindicatos, probablemente habría varios, uno para cada oficio, cada uno con su propio contrato con el empleador. Estos contratos tendrían diferentes fechas de vencimiento. Por lo tanto, los sindicatos de oficios presentes funcionaban para hacer imposible que todos los trabajadores de una industria “cesasen el trabajo cuando hay una huelga o un cierre patronal en cualquier departamento de la misma.” La Federación Estadounidense del Trabajo era una desunificación estadounidense del trabajo, insistieron los Wobblies. Los sindicatos de oficios quitaron de las manos de los trabajadores su único gran poder de acción común, impidiendo que los trabajadores se unieran para apoyar el principio de solidaridad de que quienquiera “hace daño a uno, hace daño a todos.”
Al parecer, el sindicalismo industrial podría ser la respuesta. Uno de los pocos sindicatos industriales en la antigua AFL fue el de Los Trabajadores Mineros Unidos (UMW, United Mine Workers). Los TIM se presentaron como “un gran sindicato” potencialmente más grande e inclusivo que el mismo UMW, y los mineros a menudo se afiliaron a los TIM. Según el difunto Michael Kozura, miembro de los TIM y un historiador laboral, en los campos de minas de antracita del este de Pensilvania de 1906 hasta 1916 habían tantos miembros de los TIM como de la UMW. Los mineros de antracita, según Kozura, se sustentaron en huelgas salvajes y otras formas de acción directa. Se negaron, por principio, a someter sus quejas a arbitraje, resistiendo tenazmente a la regulación contractual de su trabajo. Se opusieron a la recaudación de las cuotas sindicales por los empleadores. Se rebelaron habitualmente contra la dirección dictatorial del UMW y mantuvieron este sindicalismo militante hasta finales de la década de 1940.
Lejos de las minas, hubo que crear sindicatos industriales desde cero. Comprensiblemente, los Wobblies y los ex-Wobblies se dedicaron a construir sindicatos industriales locales en la década de 1930. Len DeCaux escribió sobre sus compañeros militantes del CIO (El Congreso de Organizaciones Industriales) que “cuando el CIO se relajaba, parecía que solo los más jóvenes no tenían antecedentes de asociaciones Wobbly” […] Incluso cuando los Wobblies de carne y hueso no estaban presentes, los sindicatos industriales locales en lo que se convirtió en el CIO a menudo exhibió un estilo Wobbly de organización. La planta de Westinghouse al este de Pittsburgh es un ejemplo. Justo antes de la Primera Guerra Mundial, los trabajadores de Westinghouse crearon una organización en la planta compuesta por sus propios delegados electos que trascendía las líneas tradicionales de oficios. Esta organización, según el historiador laborista David Montgomery, “copió a los TIM por dedicarse a las luchas en torno a las demandas en vez del objetivo de negociar contratos.” Más de 20 años después, cuando el CIO se estableció en la planta, la negociación se llevó a cabo al principio de la misma manera Wobbly. “Los gerentes se reunían con los líderes de UE Local 601 para negociar sobre temas como las horas de trabajo o la política de despidos. No había contratos; todos los acuerdos podrían ser derogados por cualquiera de las partes en cualquier momento; y los agravios se resolvieron rápidamente de acuerdo con la fuerza que llevaban los trabajadores en el piso de la planta…,” escribió Montgomery.
Muchas sucursales del CIO, no solo en la minería de antracita y el trabajo eléctrico, sino también en las industrias centrales de goma, automotriz y del acero, inicialmente se opusieron a los contratos escritos y a la recaudación de las cuotas por el patrón. Tuve el privilegio de conocer a John Sargent, primer presidente del sindicato local de 18,000 miembros de Inland Steel en el noroeste de Indiana. Lo escuché dar un discurso en el que recordaba: “Sin un contrato, nos aseguramos acuerdos sobre condiciones de trabajo y salarios que hoy no tenemos. Si sus salarios eran bajos, no había ningún contrato que les prohibiera hacer huelga, y lo hacían para ganar mejores salarios. Si sus condiciones fueran malas, si estuvieran siendo abusados, las propias personas en las fábricas… cerrarían un departamento o incluso un grupo de departamentos para asegurarse las cosas que consideran necesarias.”
Las prácticas Wobbly tan propagadas en las sucursales de la época temprana del CIO fueron extinguidas desde arriba. El Wobblyismo se lo cargo no solo por los empleadores, sino también por burócratas sindicales como John L. Lewis y Walter Reuther, y por burócratas gubernamentales, árbitros y jueces. En lugar de una praxis de acción directa creada desde abajo, surgió lo que el historiador David Brody llama “el contractualismo en el lugar de trabajo”: relaciones obrero-patronales regidas por contratos colectivos. Por cortos que fueran, estos contratos casi siempre contenían una cláusula de “no huelga”. Después de la Segunda Guerra Mundial, una segunda cláusula se volvió igualmente universal: la cláusula de “prerrogativas de la gerencia” que otorgaba al empleador el derecho unilateral de cerrar la planta. En muy pocos años, el nuevo sindicato CIO recreó los obstáculos a la acción directa colectiva que los Wobblies habían criticado en la antigua AFL.
Nada en la Ley Nacional de Relaciones Laborales (la Ley Wagner) de 1935 requería que los sindicatos del CIO incluyeran una cláusula de no huelga en sus contratos. El organizador trotskista Farrell Dobbs demostró que los camioneros podrían organizarse con éxito a pesar de que sus primeros contratos no renunciaban al derecho de huelga. El establecimiento del contractualismo en el lugar de trabajo, con la inclusión de un lenguaje de prerrogativas gerenciales y de prohibición de huelgas en todos los contratos del CIO, excepto en unos pocos, se completó sustancialmente antes de la aprobación de las enmiendas Taft-Hartley en 1947 y la expulsión de los sindicatos izquierdistas del CIO poco después.
El hecho claro es que Lewis, Reuther y la mayoría de los otros padres fundadores del CIO eligieron deliberada y voluntariamente incluir un lenguaje de no huelga en sus contratos. Parece que lo hicieron por dos razones: primero, para mostrar a los empleadores que eran líderes laborales “responsables” que ayudarían a mantener la paz laboral; y segundo, para controlar a sus propios socios de base.
Estos desarrollos plantearon un desafío para los TIM. Reconozco que debido a la salvaje represión de la Primera Guerra Mundial y las dificultades internas, los TIM de fines de la década de 1930 era una sombra de lo que era antes. Sin embargo, los TIM era la organización lógica para criticar el contractualismo laboral y establecer una izquierda laboral basada en un análisis estructural de los nuevos sindicatos. No fue casualidad que cuando C. Wright Mills publicó su libro Los Nuevos Hombres de Poder (The New Men of Power), sobre los líderes del CIO, en 1948, colocaría al principio, por así decirlo, en oposición a todo lo que iba a seguir en el libro, las famosas palabras pronunciadas por Wobblies en la barcaza Verona cuando se acercaban al muelle en Everett del estado de Washington, para reforzar a los luchadores por la libertad de expresión allí en noviembre de 1916. El sheriff McRae les gritó: “¿Quiénes son sus líderes?” Ellos respondieron: “Todos somos líderes.” Los hombres del sheriff luego abrieron fuego y mataron a cinco.
Si los TIM hubiera podido construir una izquierda laboral a fines de los años Treinta y Cuarenta, podría haber usado las palabras del Preámbulo dirigido hacia el CIO. Podría haber dicho que los nuevos sindicatos industriales del ClO aún eran “incapaces de hacer frente al poder cada vez mayor de la clase empleadora.” Por lo tanto, cuando varios de estos sindicatos montaron huelgas justo cuando finalizaba la Segunda Guerra Mundial, no pudieron mantener un frente común. Los TIM podría haber continuado diciendo que los sindicatos del CIO aún fomentaban “una situación que permite que un grupo de trabajadores se enfrente a otro grupo de trabajadores en la misma industria, ayudando así a derrotarse unos a otros en guerras salariales.”
Hoy, esto se ha vuelto especialmente evidente en la relación entre los sindicatos nacionales con sede en los Estados Unidos y los trabajadores de las mismas industrias en otros países. Piense en las políticas proteccionistas seguidas por el sindicato de trabajadores del acero, la UAW y la Hermandad Internacional de Camioneros (IBT, Teamsters), donde incluso el llamado candidato de base para presidente del sindicato (Tom Leedham) criticó al incumbente Jimmy Hoffa por no hacer bastante para prohibir que los camioneros mexicanos cruzaran el Rio Grande.
Por último, los TIM podría haber dicho en 1945, y podría decir de manera aún más persuasiva hoy en día, que “los sindicatos ayudan a la clase empleadora a engañar a los trabajadores haciéndoles creer que la clase trabajadora tiene intereses en común con sus empleadores.” John Sweeney, al llegar a la presidencia de la AFL-CIO hace siete años (en 1995) ante los aplausos de docenas de intelectuales de izquierda, lo ha dicho una y otra vez.
Cuando los TIM perdieron la oportunidad histórica de convertirse en el centro de una izquierda laborista concienzuda, un tipo de oposición más superficial llenó el vacío. Primero fueron los comunistas, en su descarriado romance con Philip Murray. Luego vinieron los trotskistas, todos los cuales apoyaron a Walter Reuther para convertirse en presidente de la UAW. Desde 1970, una variedad de ex-trotskistas en entidades como la Asociación para la Democracia Sindical, Labor Notes y Teamsters for a Democratic Union nos han alentado a ver a Arnold Miller, Ed Sadlowski, Jerry Tucker y Ron Carey como reencarnaciones actuales de Eugene Debs que llevaría a los trabajadores a la tierra prometida. Los nombres no son importantes. Lo importante es la noción errónea de que la forma de avanzar hacia la abolición del sistema salarial es elegir nuevas personalidades, llamadas “progresistas”, como líderes de los sindicatos nacionales.
Esta estrategia tiene un nombre: socialdemocracia. Rosa Luxemburg lo denunció como “reformismo.” Lenin lo criticó como “economismo.” Daniel DeLeon llamó a estos líderes sindicales “tenientes laborales del capitalismo.” Los agitadores de los TIM inventaron una variedad de apodos –pie card*, scissorbills**, Don Tarugo o Señor Bloque– para estas mismas personas y aquellos que creían en ellos. Sea cual sea el nombre, la estrategia socialdemócrata consiste primero en elegir nuevos y supuestamente mejores líderes sindicales nacionales, y luego en crear un partido obrero de masas financiado por esos mismos hombres. La socialdemocracia mostró sus verdaderos colores, de una vez por todas, cuando los partidos socialistas de casi todos los países capitalistas apoyaron a sus respectivos gobiernos nacionales en la Primera Guerra Mundial. Es una pena que durante los últimos 88 años la izquierda obrera haya tenido que luchar con varias versiones recalentadas de este enfoque desacreditado del cambio social fundamental.
En efecto, se han desperdiciado 65 años –el período comprendido entre finales de la década de 1930 hasta el presente– es decir, casualmente, toda mi vida adulta. El reto que planteo a los Wobblies hoy es que hagan ahora lo que deberían haber hecho hace dos generaciones: analizar la socialdemocracia desde el punto de vista del Preámbulo. Recurran también a los intelectuales trabajadores dispersos que han ayudado a mantener viva la crítica Wobbly, como nuestros camaradas recientemente fallecidos, Stan Weir y Marty Glaberman. Acérquese a los trabajadores de base para construir una verdadera izquierda laboral.
Dentro de la ruina de la vieja
Esto nos lleva al segundo concepto estratégico que se encuentra en el Preámbulo: “formar la estructura de la nueva sociedad dentro de la ruina de la vieja.” Criticar a los sindicatos es la parte fácil de repensar la estrategia de TIM, porque es negativa. Ahora vienen las preguntas más difíciles. ¿Cuál es la alternativa positiva al sindicalismo de oficios convencional? ¿Cómo lo fundamos?
Las frases pertenecientes del Preámbulo vienen en su último párrafo: “La misión histórica de la clase obrera es acabar con el capitalismo. El ejército de la producción debe ser organizado, no solamente para la lucha diaria con los capitalistas, sino también para continuar con la producción cuando el capitalismo haya sido derrotado. A través de la organización industrial estamos formando la estructura de la nueva sociedad dentro de las ruinas de la vieja.”
¿Qué significa decir que acabar con el capitalismo es la misión histórica de la clase obrera? En la tradición Wobbly, creo que estas palabras se entienden en el sentido de que los trabajadores pueden hacer el trabajo solos. […] Pero tal vez hemos estado leyendo las palabras incorrectamente. Tal vez “la misión histórica de la clase obrera” no sea una tarea que los trabajadores puedan hacer solos, sino una tarea que no se puede hacer sin trabajadores. Quiero sugerir que la lección que debemos sacar de las protestas contra la globalización empresarial de finales de los 90 y principios de los 2000 de Seattle, la Ciudad de Quebec y Génova es que tanto los estudiantes como los trabajadores deben cambiar el sistema, y que deben cooperar como iguales, como dos manos juntas en alianza horizontal.
La historia del siglo XX demuestra que los estudiantes son característicamente los primeros en las calles. Y esto es comprensible, dado el hecho de que la mayoría de los estudiantes aún no están comprometidos en ganarse la vida y el sustento de una familia, y se encuentran en un marco y un período de sus vidas donde se fomenta el entusiasmo por las ideas generales. Pero la protesta crece hasta el punto de que puede amenazar un cambio fundamental sólo cuando la clase trabajadora se une con ello.
Lynd pasó a discutir cómo la Revolución Rusa de 1905 y la Revolución Húngara de 1956 ilustran esta dinámica.
El Preámbulo también nos dice que al “organizarnos industrialmente estamos formando la estructura de la nueva sociedad dentro de la ruina de la vieja”. Los Wobblies han interpretado que esto significa que los instrumentos de la revolución serán organizaciones laborales preexistentes, conectadas entre sí en “un gran sindicato”, y luego actuarán juntas en una huelga general.
Pero, de nuevo, las palabras pueden tener más de un significado. Podrían significar que los instrumentos de la revolución serán nuevos tipos de estructuras, creadas para la ocasión. Podrían querer decir que cuando el poder haya pasado al pueblo, estos organismos ad hoc se volverán hacia los trabajadores manuales y cerebrales y dirán: “Camaradas, ahora tienen la oportunidad de reunirse para la tarea de llevar a cabo la producción; reunir en aquellas formas de asociación que ha encontrado a través de la experiencia que mejor se adaptan a sus necesidades; y a través de ellos, colectivamente dirigir la economía.”
Y de hecho, en los momentos de revolución o cuasi-revolución durante el último siglo y medio encontramos que los pobres y los trabajadores no llevaron a cabo la lucha a través de las organizaciones que ya existían cuando comenzó la crisis. Más bien actuaron a través de nuevas instituciones, creadas para el propósito en cuestión. Típicamente, estas nuevas instituciones reunían a todos los trabajadores de una localidad determinada y abordaban los intereses comunes, los intereses de clase, de todos los trabajadores de esa comunidad. A menudo, estos organismos se originaron como comités para administrar huelgas generales locales. Por lo general, a medida que la crisis se profundizaba, el comité se dedicaba a tareas positivas como mantener la seguridad pública, asegurar que los servicios médicos esenciales permanecieran disponibles, garantizar el suministro de alimentos básicos, y más. Construida desde abajo, asumiendo gradualmente la responsabilidad de toda la gama de necesidades humanas, la red de nuevas organizaciones se convirtió en un poder dual que se enfrentaba a la estructura de gobierno existente.
Tales fueron la Comuna de París de 1871; los Soviets rusos (“soviet” simplemente significa “consejo”) en 1905 y 1917; los comités italianos que administraron la ocupación de fábricas después de la Primera Guerra Mundial; comités locales de huelga general en Seattle en 1919; en [las huelgas generales de] Toledo, Minneapolis y San Francisco en 1934; y en Oakland y en otros lugares de los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial; los consejos obreros de la Hungría revolucionaria en 1956; los comités de huelga entre fábricas, primero en la Costa Báltica y luego en todo el país, que llegaron a llamarse Solidaridad Polaca; las asambleas de trabajadores que se reunían cada día en Francia en el otoño de 1995 para decidir si proseguía la huelga un día más; y los comités de trabajadores que despidieron a los gerentes de las fábricas locales en toda Serbia en el otoño de 2000.
Eso es lo que hacen los trabajadores en los momentos revolucionarios. ¿Cuál puede ser el papel de los Wobblies? Primero, los Wobblies pueden fomentar el tipo de conciencia de clase que surge espontáneamente cuando los trabajadores de diferentes tipos de trabajo y diferentes sindicatos se reúnen para considerar sus problemas comunes. En segundo lugar, en el momento de la crisis, los Wobblies deberían dejar de preocuparse por llamar a algo “TIM esto” o “TIM aquello” y, en cambio, desempeñar el papel de catalizadores en la formación de “organismos laborales centrales” paralelos. Dependiendo de las circunstancias particulares, los elementos constitutivos de dichos órganos pueden incluir: grupos de trabajo informales; sindicatos locales, independientes y de otro modo; lo que la compañera Alexis Buss llama “sindicatos minoritarios”, es decir, grupos de trabajadores que piensan y actúan juntos pero que aún no representan a la mayoría de sus compañeros de trabajo en un lugar de trabajo determinado; e individuos de confianza y pequeños grupos de distintas variedades.
París en 1968 nos dejó el lema: “¡Sé realista, exige lo imposible!” Hace unos años, Seattle, Quebec y Génova hubieran parecido imposibles. Ahora el reino de lo posible se ha expandido.
La práctica de la solidaridad
En lugar de una conclusión, permítanme compartir una preocupación final. De lo que se trata es de un nuevo conjunto de valores, la práctica de la solidaridad. El capitalismo se desarrolló dentro del feudalismo como la práctica de la idea del contrato. Lo que fue imaginado era una sociedad en la que los miembros libres e iguales de la sociedad civil celebrarían acuerdos mutuamente vinculantes. Así, la Ciudad libre. Así, el gremio de artesanos. Así, la congregación de creyentes Protestantes unidos por un pacto (un tipo diferente de contrato). Y así, la corporación capitalista, sus inversionistas, sus accionistas. Por supuesto, la realidad era y sigue siendo que las partes de los contratos de trabajo capitalistas no eran y no son iguales. Por lo tanto la hegemonía ideológica de la idea burguesa de contrato siempre ha estado y sigue estando basada en una farsa.
Contra-hegemónicamente, practicamos la solidaridad. La solidaridad podría definirse como trazar los límites de nuestra comunidad de lucha lo más ampliamente posible. Cuando LTV Steel se declaró en quiebra por primera vez en 1986, los jubilados de Youngstown debatieron si debían buscar un seguro de salud solo para los jubilados de la industria del acero o para todos. Ellos decidieron, por todos. Cuando LTV Steel recientemente se declaró en bancarrota por segunda vez, United Steelworkers of America tomó la decisión opuesta: pidieron al Congreso que subsidiara los llamados “costos heredados” de la industria del acero, no para la atención médica universal.
Pero también debemos fomentar la solidaridad, no solo en la lucha contra los poderes fácticos, sino también dentro de nuestro propio movimiento. Esto es muy difícil pero absolutamente indispensable.
Tengo la responsabilidad de continuar para John Sargent; para Ed Mann, quien en las reuniones del Club de Solidaridad de los Trabajadores de Youngstown se presentaría como “Ed Mann, miembro de los TIM”; para Stan Weir, quien aprendió la historia laboral de los Wobblies a bordo de un barco durante la Segunda Guerra Mundial; para Marty Glaberman. Tendrás la responsabilidad de continuar por mí. Esto es como debería ser. Esta es la solidaridad más profunda e importante. Que el círculo no se rompa.
Continúa por Staughton Lynd. Únase a IWW hoy: ¡Estoy listo para unirme!
* Un pie card es un miembro del sindicato, a menudo un empleado del sindicato, que usa el sindicato para ganar pero no cree en la lucha laboral. No participa en la lucha fuera de las horas de trabajo.
** Un scissorbill es un trabajador que rechaza unirse con el sindicato o que trabaja con el empleador en contra del sindicato. A menudo la persona finge ser simpática para infiltrar al sindicato.